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Rafael Padilla

Andaluces levantaos

ALGUIEN afirmó que para comprobar el desarrollo real de un territorio hay que recorrerlo en tren. Estoy de acuerdo y del examen -testigos hay a mantas- la Andalucía de la enésima modernización no sale precisamente bien parada. Basta con viajar en eso que RENFE, con derroche del eufemismo y desprecio de la distancia, llama "trenes de cercanías y regionales" para darse cuenta de la consideración que a la compañía, tan eficaz en otros aspectos, le merecen estos clientes y del enorme caos con el que gestiona determinados trayectos en épocas de archiconocida saturación.

No es de recibo, por ejemplo, que coincidan viajeros con plaza reservada y otros a los que (por utilizar bonos o por partir de estaciones que carecen de medios técnicos) se les impida totalmente esa posibilidad. Es frecuente el compromiso, tan chusco como desagradable, de tener que levantar al paisano de turno porque está ocupando tu asiento, con el consiguiente enfado de quien, al cabo, paga por el servicio exactamente lo mismo que tú. Ilegal desde luego no es (lo permite el artículo 18 de las Condiciones Generales de Viajeros de Cercanías de RENFE: "los títulos se expedirán…en plaza sentada o de pie, indistintamente"), pero atenta contra la lógica del contrato, el buen orden de las expediciones y el respeto debido al usuario.

No resulta excepcional (piense el lector en la línea Cádiz-Sevilla o en la que une Granada con el resto de Andalucía) que en esos trenes se desplacen más viajeros de pie que sentados, sin que nadie, y menos el agobiadísimo revisor, explique por qué no se han enganchado más vagones.

Y es que hay cosas que uno no logra entender. Se establece, así, que los equipajes, "por seguridad", deben transportarse en los sitios habilitados; pero nadie repara en que esa misma "seguridad" aconseja que las personas no viajen apiladas en pasillos y plataformas. No comprendo por qué, en un automóvil, está tan penado el no ajustarse el cinturón para ir a la esquina y, sin embargo, se contemple como normal que cualquiera se arriesgue durante horas en vehículos públicos. ¿Qué es más "peligroso", tragarse cientos de kilómetros haciendo equilibrios entre barras y bultos o fumarse un cigarrito a cola de tren para olvidarse del disparate?

Ya sé que la anomalía se reproduce en todas partes. Tengo leídas quejas en Galicia, en Aragón, en Valencia… Pero, miren por dónde, soy andaluz, me duele mi tierra y conozco sus leyes. Establece el art. 2 de la Ley 9/2006, de Servicios Ferroviarios de Andalucía, que la "comodidad" es uno de los fines que tienen que promover las Administraciones Públicas en el uso del ferrocarril. Pues eso, que las normas están para cumplirlas, que no somos ganado y que ya es hora de que dejen de usar el monopolio para tomarnos tan desvergonzadamente el pelo.

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