El Palillero

José Joaquín / león

La Amada Invencible

EVOCANDO a la Gran Armada, llamo "Amada Invencible" a la lengua inglesa, a la que tanto quiero, tanto y con tan poca correspondencia de su parte. Me pone los cuernos, de hecho, con sus eses líquidas, las haches aspiradas, el inabarcable abanico de sus vocales, su fricativa postalveolar sonora, los intraducibles phrasal verbs y hasta el muy genitivo sajón.

Yo la sigo amando. A la lengua contumaz y a su inagotable literatura y, enseguida, porque el amor es expansivo, a Inglaterra: su historia, sus tradiciones, sus extravagancias… Muchos lectores del Diario compartirán esta querencia. Pemán definió a Cádiz como "la Andalucía inglesa" por el peso que lo inglés tiene en nuestra provincia. Cervantes hizo que la española inglesa (y nada de lo que hace un genio es casual) fuese una gaditana. Cuántas cosas británicas han entrado por aquí en España, desde un montón de apellidos, pasando por muebles, modas y modos, hasta la elegante tipografía de la cursiva.

Por tanto, en el libro-enciclopedia sobre anglofilia que acaba de publicar Ignacio Peyró, titulado "Pompa y circunstancia", tiene un papel protagonista nuestra provincia, entre novelescas batallas navales, finas relaciones mercantiles y muchísimo jerez siempre. "De todo lo que los ingleses han amado de España, lo que más han amado es el jerez", constata Peyró.

El autor, tirando de hidalguía, navega entre la Caribdis del desdén y la Escila del complejo de inferioridad. Ni incurre en el dicterio de Bloy: "Inglaterra es al mundo lo que el diablo es al hombre", tan fácil, ni en el servilismo de un nuevo rico de anglomanía. A la pérfida Albión la mira con amor y humor, o sea, de igual a igual.

Eso sí, perpetra incesantes anglicismos que dan a su chispeante prosa un ligero acento, un tenue stutter muy posh. También hace gala de una carísima propensión al dandismo y nos ilustra sin medida sobre tweeds, zapatos y corbatas. Con todo, admiro su contención: yo habría embridado aún menos mi entusiasmo. Oh Shakespeare y Chesterton, oh el conservadurismo campestre y costumbrista, oh Burke y Churchill, oh Wodehouse y Waugh, oh el humor discreto, oh el mismo sherry, sin ir más lejos, bajo cuyos efluvios salen solas las eses líquidas, y oh el catolicismo porfiado, discreto, literario y estiloso de los recusantes. Disculpen esta explosión, pero es que los amores imposibles son los más vehementes. Y Peyró ha echado mucha leña al fuego.

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