Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Alfileres

EL hecho de que en las fotos de "El Balcón" de Ignacio Casas de Ciria haya salido, por lo visto, menos elegante que los otros asistentes a los actos sociales ha desatado la alarma en mi familia política e, incluso, en la carnal. Me están regalando muchísima ropa. Lo agradezco porque es un regalo doble: por la prenda y por la pesada gestión que me ahorran.

Con todo, los agradecimientos ya los hago en privado. Vengo aquí a hablar de algo mucho más íntimo, como corresponde a estas fechas. Todo tiene su penitencia, incluso los regalos más oportunos, y me he tenido que probar bastantes camisas y algunos pantalones. Hay que ir quitando alfileres de las camisas, infinidad de alfileres, algunos, como el del pajar, bastante escondidos, pero que, como el de Murphy, te pinchan a traición siempre. Tampoco vengo a quejarme de los alfileres. Quitándomelos, los tiraba a la papelera rápidamente, como si fuesen un bicho venenoso. Y entonces me vino un recuerdo tumbativo: mi abuela.

Mi abuela los clavaba con cuidado en un alfilerero que era como un cojín en miniatura. Ella lo guardaba todo. Había pasado la guerra civil en Madrid, y conservó siempre la costumbre de desayunar el pan del día anterior, porque no se puede tirar nada. Mi hermano Jaime lo ha contado en un poema y quizá por eso yo ahora lo recuerdo más nítidamente. En mi memoria personal está mejor grabado que recogía los hilos que le sobraban de la costura. En el juicio al alma de una señora bastante virtuosa, me contó, el demonio puso en la balanza la cantidad de hilos que había desperdiciado en su vida. Eran tantos que, aunque un hilo apenas pesa, inclinaron la balanza, y se condenó. Una historia edificante para un niño. Todas estas austeridades convivían, no les quiero confundir, con una persona muy generosa y hasta magnificente.

Podría ponerme grandilocuente y reflexionar que quizá por eso no se rompían tantos matrimonios de aquella generación: porque estaban hechos a no tirar nada y a arreglarlo todo. Pero hay una foto por Facebook que ya lo dice, así que no tiene sentido que lo repita aquí. Han cambiado los hábitos de consumo y la relación con los objetos, y para qué querría yo un cojincito con alfileres traidores. Lo importante sería que esos hábitos no se contagiasen a los hálitos del alma. Unos alfileres del espíritu querría para que la presencia y el ejemplo de mi abuela no me despegaran jamás de la memoria.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios