Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

EL ALAMBIQUE

Luis Suárez / Ávila

La Alboreá H.C.

DESDE que el condestable Miguel Lucas de Iranzo recibió en su palacio, en 1462, a los primeros gitanos que se presentaron por Andalucía, fingiéndose duques y condes del pequeño Egipto, y los trató de iguales y los sentó a su mesa, hasta la Pragmática de 1783 de Carlos III, los gitanos pasaron las del Beri. Comenzó la cosa en 1499 con azotes, cortes de orejas, con condenas a las galeras de El Puerto, a las minas del azogue y a los arsenales de Marina. En 1783, la situación se presentó de otro modo. Pero lo impensable, lo no previsible, es que un gitano pudiera llegar a ser doctor honoris causa por una universidad. Juan de Dios Ramírez Heredia, de Puerto Real, nieto de María la de Agapito, es ya doctor H. C. por la Universidad de Cádiz. Y es que Cádiz es imprevisible. Los gitanos de Cádiz y los Puertos son distintos. Juan de Dios estudió Magisterio, se enroló en la política con UCD, fue diputado, es activista, presidente de la Unión Romaní y escritor en defensa de los de su raza Estudió Derecho y Ciencias de la Información y se doctoró en la Universidad de Barcelona. Pero lo que más debo resaltar es que su madre, gitana, le metiera en la cabeza las virtudes y excelencias del estudio y de la formación. Es todo un modelo ante la tendencia al absentismo escolar que suelen tener los niños, y los padres, de esa raza. María la de Agapito, su abuela, a la que conocí, era una matrona gitana de gran prestigio, tanto que en todas las bodas gitanas por esta zona era la picadora, la que comprobaba la virginidad de la novia y la que mostraba el pañuelo, prueba de la desfloración. Entonces el júbilo de la comunidad reunida se hacía patente. Tomaban a la novia en volandas, la aclamaban, le echaban almendras peladillas, le colgaban las toronjas y entonaban, hasta extenuarse y romperse las camisas, el cante ritual de la alboreá. Cervantes, que tenía una prima gitana, Martina, exalta en su novela La Gitanilla la virginidad de las de esta raza. Es la honra del pueblo gitano. Su honoris causa. Pues, lo que digo, que un gitano, el nieto de María la de Agapito, ha desflorado el honoris causa, por primera vez, a la Universidad, a la de Cádiz (no podía ser otra), y ha abierto un camino ejemplar, a los sones del Gaudeamus Igitur y del Himno Internacional Gitano, tal cual una nueva alboreá.

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