Me imagino la escena así: en la Librería La Marabunta de Madrid, de Miguel Urban, se reúnen Teresa Rodríguez y José Vicente Barcia. Ella le ofrece ir a Cádiz como jefe del gabinete del alcalde, José María González. Barcia pregunta su salario y pone como única condición que contraten también a su pareja, Alba del Campo, para poder mantener su nivel de vida y para que no haya problemas con el traslado a una ciudad que no conocen y con la que no tienen ninguna relación. Con objeto de evitar el escándalo si la pareja fuese contratada de manera simultánea por el propio Ayuntamiento buscan como fórmula alternativa que la contrate la Diputación como uno de los dos asesores que tiene el alcalde en su calidad de diputado provincial. La pareja busca piso en la plaza de España y luego se trasladan al Balón. Pero a Alba del Campo no le gusta lo que podría hacer en la Diputación y como no le imponen la obligación de ir al antiguo Palacio de la Aduana resuelve con su pareja que se va a dedicar a temas energéticos: al fin y al cabo fue el estreno de Barcia cuando nos explicó a los atribulados gaditanos que la ciudad podía vivir de energías renovables porque tiene viento, sol y agua. De tal manera Alba del Campo ha justificado el generoso salario de la Diputación con mesas sobre la pobreza energética y similares. Estos dos años ha dado cursillos para explicar cómo ahorrar en el recibo de la luz a base de poner las lavadoras por la noche y desenchufar los electrodomésticos cuando no están en uso. Decenas de miles de ciudadanos se han beneficiado de los talleres impartidos por Alba del Campo. No contenta con esta aportación fundamental para el bienestar de los gaditanos, se inventó lo del bono social energético al estilo del aprobado por el Gobierno y se lo endosó a Eléctrica de Cádiz. Se le olvidó redactar e incluir en la carpeta del orden del día un convenio que lo haga posible y convencer al gerente que no tiene los sublimes conocimientos en la materia que ella posee. Ni siquiera pensó la asesora de la Diputación que Eléctrica podía tramitar su consideración como Distribuidora de Referencia, así que para presionar y conseguir la aprobación, promovió una campaña de intimidación sobre Endesa y el PP, incluida una concentración en la sede de la empresa, en el pleno y una agitación clásica en las redes sociales. En sus sueños, Albita se ve como Alexandra Kollontai o Rosa Luxemburgo impartiendo los cursillos obligatorios previstos en la norma. Otra vez será.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios