El catamarán

Rafael Navas

Ahora, que lluevan caramelos

CADA año nuevo lo empezamos planteando una serie de propósitos, lanzando una ristra de deseos al aire y marcando una lista de objetivos a cumplir. Esa línea invisible que divide un año de otro tiene la magia de hacernos soñar y renovar la confianza en que las cosas pueden cambiar a mejor. Y existe desde hace miles de años un soporte que da cobijo a todos esos anhelos y que se llama carta a los Reyes Magos, ese trozo de papel en el que todos, niños y mayores, escribimos con el lápiz de la ilusión. Muy pocos pueden resistirse al poder de atracción que tienen estas tres figuras, mucho más allá de las campañas comerciales que inevitablemente surgen tras sus brillantes siluetas. Porque Melchor, Gaspar y Baltasar encierran un misterio que se pierde en la memoria de noches infantiles de insomnio imposibles de olvidar, sea cual fuere el regalo que dejasen sobre el sillón o el sofá.

Un misterio que se queda ahí para siempre y que se renueva cada noche del 5 al 6 de enero de generación en generación, una magia que comienza como niño y termina como adulto. Y creo que el éxito de esta maravillosa historia de los Magos radica en que cualquiera puede llegar a ser uno de ellos si se lo propone.

No sólo esa noche de camellos imaginarios que recorren el mundo a la velocidad de la luz, sino cualquier día del año, en cualquier parte. Para sentirse rey mago no hay más que creer un poquito en lo que significa su figura para muchos, muchísimos niños y adultos, y comportarse como tal, sintiendo que es mejor dar que recibir. Lo explicaba con dulzura el añorado y entrañable José Alfonso Reimóndez 'Lete': "Si quieres que los demás te vean como un rey mago, primero tienes que creer tú que eres un rey mago". Es como una especie de 'método Stanislavsky' en el que hay que creer que lo que se hace es real y hacerlo de forma natural. Creer, sí. Esa es la clave. Ahí se encuentra la magia del 6 de enero, de los Reyes Magos, una llave que es capaz de abrir puertas y corazones como ninguna otra para hacer el bien a los demás. Que todos los disfrutemos porque, de una u otra forma, alguna vez, todos somos o hemos sido Melchor, Gaspar y Baltasar. Los Reyes. Hoy, más necesarios que nunca.

Feliz Epifanía.

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