Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

De todo un poco

enrique / garcía-máiquez

Aconejados

NO hay mañana en que la prensa no traiga, junto al parte diario de la salud y el estado de ánimo de cada futbolista, algún caso gordo de corrupción política. Se ha abierto la veda y hay un fuego cruzado de jueces y de medios, que compiten por ser los primeros en levantar y abatir las piezas, ante el clamor del respetable, que pide más madera, y los partidos, que piden (con la boca más o menos chica y más y más gesticulaciones) menos piedad. Tanto rigor es novísimo y ha venido, traído por la crisis y llevado por Podemos, para quedarse.

Claro que este rigor llegó sin avisar, de golpe. Como hasta ahora, por lo visto (para sentencia), los políticos se sentían impunes, no cuesta imaginar camadas de ellos, encamados, sigilosos, durmiendo como las liebres, con un ojo cerrado y el otro abierto, a la espera del momento en que se les echen encima todos los focos. Muchos políticos estarán en su fuero interno ya bastante arrepentidos de lo que hicieron ayer no más. "En el poder (o en la oposición), se está muy bien y el sueldo es suficiente", se reprocharán. "¿Quién me mandaba buscarme otros ingresos o hacer extraños movimientos rentables que ahora pueden costarme la ruina? Madrecita, que me quede como debería haberme quedado: quietecito".

La inquietud anímica de esos políticos (¿cuántos cientos serán?) tiene que ser de aúpa. El nicho de mercado que pierden las relojerías de lujo y los restaurantes de moda, como decíamos en el artículo del domingo, se estará yendo directamente a las consultas de los psicólogos y al consumo compulsivo de ansiolíticos. La espada de la Justicia es la espada de Damocles que se ha vuelto, por fin, el florete hiperactivo de D'Artagnan.

Aunque tanto escándalo sea una mixomatosis, son buenas noticias para nuestra democracia, porque estamos abocados a una catarsis; para los partidos, es un trance del que pueden y deben salir renovados; pero para los políticos con algo feúcho en sus madrigueras estará siendo una prueba de resistencia que ríete de los stress test de la banca. Llegaría uno a tenerles lástima si no fuese porque acabamos de pagar el IRPF y estamos con el IBI, recordando en carne propia de quién era el dinero que roían, alegres y retozones. Encima, lo peor para alguno será la obligación de salir a los medios repudiando con una indignada firmeza a los viejos camaradas y las prácticas de siempre..., sabiendo que el próximo puede ser él.

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