Análisis

aNA SOFÍA PÉREZ- BUSTAMANTE

La voluntad y el camino

Las instituciones las hacen las personas, y gracias a ellas se renuevan para seguir teniendo sentido, o sea, función. "Donde hay una voluntad, habrá un camino", decía la directora de la Academia Provincial de Bellas Artes, Rosario Martínez, en el ingreso del fotógrafo Joaquín Hernández, (a) Kiki. Un fotoperiodista como protagonista, al fin, de un acto que estuvo lleno de fotógrafos porque estuvo lleno no solo de familia, amigos y admiradores, sino de pesos pesados del "Cádiz Oh là là", desde Carlos Díaz y Rafael Román, pasando por Teófila Martínez, hasta José María González e Irene García, con el rien ne va plus de Manuel Chaves. Clas-clas-clas-clas disparaban las cámaras diciendo la verdad de Sartre: "Me ven, luego existo". Pero ese día quien existía a tope era Kiki, porque así se lo propuso a la Academia la pintora Carmen Bustamante, que fue quien contestó su discurso. Es raro que dos artistas de la imagen tomen la palabra en público y la tomen no solo bien, sino a gusto. Quizá el secreto resida en que el sonido sea fiel a ese instante único en que se alinea el ojo con el cerebro y el corazón. Dijo Kiki que el arte de la fotografía sirve "para combatir la nada": palabras de Cortázar que dan sentido a las imágenes que se exponen en la Diputación bajo el título "Memorias de un fotógrafo". Mi preferida, la del cartel: esos dos niños africanos que atraviesan un puente colgante de cañas para ir a la escuela: desnudos, concentrados en agarrarse a lo que parece una tela de araña o un embudo por el que se va al porvenir. O esos otros dos niños que ante la cámara se van derritiendo de risa o de vergüenza en el pupitre de la escuelita cubana. O ese hombre demenciado y manso en medio de la selva, donde le han fijado los brazos a un tronco de árbol con un par de grilletes. Sorprende lo bellísima que es cualquier persona en estas fotos en blanco y negro donde el alma cobra la forma de la emoción. Donde el fotógrafo, como una sombra delicada, respetuosa y muda, acaricia el aura del mundo. Si hubiera que ponerle música, sería el "Hallelujah" de Leonard Cohen: "There's a blaze of light/ In every word/ It doesn't matter which you heard/ The holy or the broken Hallelujah". Un resplandor de luz, sí: un testimonio, un camino.

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