Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Análisis

Rafael Duarte

El temblor de los pájaros

Ahora el tiempo, su ala de destrucción, de madurez, nos congrega ante un poeta sólido

Me acordaba de aquella soleá tremenda, una maldición en el tiempo, que sentenciaba: Te vas a echá a temblá/ como se quea una rama/ cuando el pájaro se va/. Y yo creí que era una metáfora, como el título del libro de poemas de Enrique Montiel, admirado y querido, El temblor de los pájaros.

Entonces, cuando nos sentamos en el salón de actos, se desveló el misterio. Y, aclaro, que Pepe Chamorro y yo leíamos un poema de Enrique en el programa Cuerpos y Almas, vallejiano poema publicado en Gaviota de Poesía. Siempre lo defendimos como poeta. Pero ahora, ahora el tiempo, su ala de destrucción, de madurez, de muerte, nos congregaba ante un poeta sólido, un poeta decantado, un poeta sensorial, que se despedía de muchas cosas, que valoraba muchas más, dentro del tiempo corto que es la vida, como esas bolas de tela de araña, suspendidas dentro de otra tela más grande. Fragmentos de tiempo y piel.

En el poema XXXIII sobre la perfección final del ser, escribe: De otro modo dicho/ sobre tanta muerte no cabe esa esperanza/. En el XXXII, si hubiera sabido que la risa/era esta mueca fúnebre/ la saliva este salitre/ la mirada amorosa este odio torvo/. En el XXVII había escrito: Ya no estoy en los espejos/ ni en el mimo de las aspidistras/ del jardín. Pero en una metáfora total de la tauromaquia con la vida, en el XXI, axiomaba severo: Plata y oro y plomo las edades/ más también esta vanagloria descriptiva/ este grito que nadie oye por las calles/. Y en otro poema escribe que "empezó el ejército de hormigas de los días". Entonces es cuando todo lo uno al acto, a ti Enrique, emocionado y llorando en algunos fragmentos, el recuerdo de Julia, las palabras exactas, muchas, de tu madre, los días como los trozos de pan o piedra de aquel cuento para poder volver.

El nuevo libro es una despedida de Enrique con Enrique, es amor hacia todo lo que ama, amó, supo, entendió. Su madre, su mujer, sus hijos, sus hermanos, sus amigos más fieles, todo sale en el libro de tiempo y despedida.

Es el temblor que tiembla en su tremenda indefensión. Las despedidas todas, si se suman pueden llegar hasta la muerte. Son azulejos empañados que nos velan el rostro. Descendimientos hacia el centro de uno donde aún no hay palabras. Curvaturas de fauces olvidadas. Algo como el mar, que nunca es exacto en su quietud o derrumbe. Hoy cuando miro las cáscaras perdidas de ostiones, que son tus edredones de nubes, me emociono pensando en el libro, en ti, en el tiempo, y siento los pulsos congelados antes de ser ideas, tu sensibilidad clavándome como una arista de aire cuando se hunde en el silencio. Has ajustado lo que querías con lo que dices.

Pero a mí me da miedo, cuando siento volar.

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