Dicen que la muerte es el acto más democrático. En los momentos previos, en el recuerdo posterior perviven las diferencias. Pero ante el fallecimiento en sí, inevitable e irreversible, todos somos iguales.

Como la muerte, también la playa nos iguala. Sin pareos, ni náuticos, sin chanclas, sin camisetas de marca ni de mercadillo, el bañador tamiza cualquier diferencia social o económica y saca a la luz solo las más evidentes.

Y pese a ello, echando un ojo rápido somos capaces de distinguir qué familia está pasando una plácida quincena en su chalet en la playa junto a la tata, y cuál disfruta de su único día libre en el empleo temporal que les ha salido después de diez meses en el paro. Y todo esto sin trampas: sin escucharlos hablar, ni mirar si traen la merienda en la bolsa del súper o en un capazo de mimbre. Así, a bañador descubierto, en la orilla, descontextualizados. Lo sabemos.

Esta certeza me perturba. ¿Será entonces que la desigualdad tiene una raíz más profunda? ¿Que estamos predestinados? ¿Que toda la teoría de movilidad de clases era una patraña? Me asusta más comprobar que los niños, sin ese bagaje vital que puede reflejarse en los cuerpos, muestran también estas diferencias. Dos chiquillos de la misma edad, con bañadores similares y la misma tabla de Decathlon, con la misma urgencia por aprovechar cada ola. Pero no los vemos iguales.

Recientemente, un estudio fiscal demostró que las familias más ricas de Florencia hoy ya estaban entre las más acaudaladas en 1427. No solo eso: las más pobres tampoco habían variado de apellido. Seis siglos de inmovilismo social, pese a revoluciones, crisis, guerras, cambios de era, conquistas de derechos.

Estos niños lo saben. Saben que además de la tabla para las olas, tienen otra a la que poder agarrarse en caso de que equivoquen sus decisiones, si fracasan en sus esfuerzos, si cogen un mal camino; lo que vemos es el poso de seguridad que otorga el saberse digno de segundas oportunidades. Otros ya intuyen que, si no quieren ahogarse, no podrán permitirse nunca dejar de nadar.

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