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Análisis

enrique montiel

Los sueños

El patio del Castillo apunta a convertirse en un espacio fundamental de ocio y cultura

Pongo la mano en el fuego: ningún cañaílla de ley, que sigue habiendo muchísimos en este San Fernando de nuestras culpas, renuncia a la resurrección de un espacio de salinas, esteros y caños. Seguro estoy de ello. Es más, si pudieran hacer algo por ello, lo harían. Forma parte de un imaginario de la felicidad del que no se puede renunciar. Es como tu madre joven por la casa, como los días de sol de primavera tarda o los cines de verano o las mañanas estivales de playa. Otros tendrán otras imágenes pero quienes hemos vivido estas que apunto seguro estoy que quisieran traerlas a lo cotidiano.

Un mucho de esto hay en la Feria del Estero que el jueves se inauguró en el Castillo de San Romualdo, cuyo patio apunta a convertirse en un espacio fundamental del ocio y la cultura de la Isla. Más cuando abra las puertas el Museo Camarón, justo al lado. Decía que la Feria del Estero nace con esa vocación, esa llamada al recuerdo de la gloria bendita de La Isla por sus esteros, sus salinas, sus caños. Estábamos rodeados por la maravilla pero no lo sabíamos, era como algunas cosas que nacen con nosotros y no las valoramos hasta que se van para siempre. O fortuna, velut luna, que cantaban los goliardos medievales y musicó con éxito Carl Orff en el siglo XX. Fortuna venía de una voz latina que significaba rueda, lo que rueda. Y rodando devinimos nosotros en esta tristeza de lo perdido. Que por eso los cañaíllas esenciales, como Lolo Picardo, quieren exhumar de la sepultura de los días. Como una tapa del estero en el interior del castillo que fue una ruina. Como un cante por soleá en el patio de su Venta o al aire de la noche de todos los estíos.

Esta lucha por los sueños, esta lucha contra las pesadillas de helechos arborescentes calcinados, de cuadras de maíz en flor y albercas llenas de agua pura de limo verde oscuro, aguas frías para lo tórrido de julio y agosto por las huertas y la playa virgen de Camposoto. Todo lo que había sido y que deberemos volver, de alguna manera. Y es ahora, cuando hay subvenciones que son incentivos más que nada para levantar de nuevo el esplendor de lo que hemos sido hasta ayer por la tarde.

Pedimos al aire, gritamos al aire. Siempre ha sido así. Hemos visto el adagio nefasto de aceitunita comía, huesecillo fuera. Así hemos llegado aquí, así se destruyó parte de nuestro patrimonio, el de todos, el de La Isla. Así se secaron los esteros, se clausuraron las salinas, se llenaron de cemento las huertas. Tiempo de construir tras el tiempo de construir. Como esta Feria que está todavía en el patio del viejo castillo llena de tapas del estero, de inteligencia y de amor a San Fernando.

Hay días que pienso que los sueños son posibles.

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