Hablábamos tanto José Acosta y Juan Carlos Carrillo de la fuerza de la literatura. La literatura movía el mundo de los sueños y el ocio. Les afirmé que tanto los doctores Pepe Chamorro y Joaquín Calap, como Juan Manuel García-Cubillana, y un largo etc., "necesitaban" la literatura como parte de su ser esencial. Desde Marañón a Laín Entralgo, Rof Carballo, Vallejo Nájera hasta ahora, sería un censo muy crecido de médicos de cuerpo y alma.

Así que me fui a la playa. El arenal caído con su osamenta pequeña. Piedras molidas como decurso del tiempo. La arena que recuerda a las fosas comunes de los montes. ¿Qué es la poesía? ¿Qué fue? Un sentimiento acaso barajado donde el alma se ajusta con la sangre. Una ansiedad meditada del ser. Algo que como la arena deje un rastro mínimo de algún alma.

El ánimo - el alma, duele a veces- baja con su humedad interna allá donde las células necesitan carbono y sólo encuentran llanto. Llanto dormido y melancólico. Interno y ciego. ¿Qué fue la poesía para grandes poetas? Pedro Salinas la definió como "una aventura hacia lo absoluto" y fustigó sin piedad ni perdón hacia los que sólo saben simularla. Unamuno, perdido hoy, la definió como "el que se desnuda con el lenguaje rítmico de su alma" y Juan Ramón incidió en "el creador oculto de un mundo no aplaudido". ¿Los que buscan el aplauso son fingidores? Dámaso Alonso apostó por "una claridad intelectual por la que el mundo mismo es comprendido de un modo intenso y no usual".

Pienso que es un mundo tangente con el mundo. Tal vez una escala musical de intuición intelectual. O el dar algo hacia afuera del más intenso yo.

Estoy en franco desacuerdo con Hëine que la definió como un bonito accesorio o con Goncourt cuya boutade era la definición del poeta como "un hombre que sube a una estrella por una escala de cuerda y tocando el violín".

A lo mejor por eso, hoy necesito mojarme en esa huella que se salva del tiempo, en esa interna sinrazón musical que nos imprime.

Estoy mirando las nervaduras de los versos, el ave lira del ocaso. Siento la muerte de todo lo que muere en este instante. Baja la densidad de los sargazos. El dolor como el rastro de un caracol por dentro. ¡Necesito poesía!

A lo mejor por todo vuelvo a leer algunos libros. Los conatos amargos de Wilde, la experiencia de Donne, o El temblor de los Pájaros, la experiencia vital de Enrique Montiel con el que vuelvo a sentir la conversión del pensamiento en sensación.

Será que el alma es abisal y química y sagrada.

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