Debe de ser un martirio para un entrenador de la Liga 123 preparar un partido ante el Cádiz. Hasta ahora, cualquier entrenador que se ha enfrentado al equipo de Cervera ha tenido claro, en la previa del encuentro, cómo juega el equipo amarillo, cuáles son sus armas y cuál es el plan para vencerle. Pero empieza el partido y la pizarra de los contrarios se empieza a emborronar, las líneas dibujadas en el encerado se difuminan y el fracaso empieza a tomar forma hasta que el partido acaba con derrota o, como en Tenerife, con el gol del empate en los últimos minutos.

Así durante las últimas doce jornadas. O sea, de momento, porque cualquier día, ya lo ha avisado Álvaro Cervera, la historia puede cambiar y los cadistas correrán el riesgo de perder algún partido.

Pero hasta la fecha se puede decir que, por primera vez en mucho tiempo, el Cádiz sabe a lo que juega. El equipo sabe de sus virtudes y las explota hasta la saciedad con un éxito que viene dado por el tremendo trabajo que hay detrás, aunque a veces parezca que sea la suerte la que sostiene algunos partidos.

Y de esta manera es muy difícil meterle mano al Cádiz en el campo. Gustará más o menos, pero es un estilo que le viene de perlas a una plantilla de gladiadores que combate deportivamente, o sea compite, con una entrega envidiable.

Como también es verdad que en los últimos partidos el equipo ha sufrido más de la cuenta, como sucedió en Tenerife, ante el Granada y ante el Córdoba. ¿La baja de José Mari? Pues quizás. Da la impresión de que sin el roteño en el campo, el equipo se mete demasiado atrás en la segunda parte, cede más terreno que con él al mando. Aún así, pese a este handicap, el equipo ha seguido ganando o empatando porque la pizarra de los contrarios dice una cosa y el trabajo en el campo, otra. A disfrutar mientras no cambie la racha.