Polémica Cinco euros al turismo por entrar en Venecia: una tasa muy alejada de la situación actual en Cádiz

Análisis

Enrique Montiel

La película

Recoge todos los flecos -todos- de su vida y dibuja una figura humana, que conmueve

No pude contener las lágrimas. Ocurre que la emoción es como una marea que llega a la pleamar. Entonces se llora. Me ocurrió con la película que ha dirigido el algecireño Alexis Morante alrededor de Camarón de la Isla con la producción de José Carlos Conde. No fue a mí solamente al que se le saltaron las lágrimas. Todo conducía a ese momento, que coincidía con el momento de su vida en que se vio a sí mismo indefenso, a punto de romperse. En unas imágenes inéditas, cuando Chispa lo llevó al Culto y un pastor evangélico elevó su voz sobre sus fieles, sobre todo gitanos. Camarón se vio allí porque cuando uno necesita una mano la busca donde se la den y ya entonces José Monje sabía que necesitaba de un milagro. Poco después el público del Teatro de las Cortes que asistió al estreno de Camarón: Flamenco y Revolución estalló en un aplauso largo y fuerte, con las últimas imágenes todavía proyectándose en la pantalla. Premiando así un trabajo ciertamente notable y muy original. La voz de Juan Diego, en su maravilloso andaluz, contando su historia de la vida del cantaor de las Callejuelas y las imágenes reales de su vida. No había ficción sino un encuentro con las verdaderas raíces, la verdadera vida de José Monje Cruz. La cosas no ocurren por casualidad, seguramente. Han tenido que pasar 25 años de su muerte, en aquel julio tórrido, para que un joven director de cine, gaditano de Algeciras, formado en Nueva York, como Curro Sánchez Varela, el hijo de Paco de Lucía y Casilda Varela, aceptara el reto de dirigir y firmar una película como Flamenco y Revolución. Que recoge todos -todos- los flecos de su vida, y dibuja una figura, sobre todo humana, que nos conmueve de verdad.

Dentro del Teatro, cerca de 400 personas, estuvimos en el interior de una burbuja, aislados del ruido exterior, centrados en un cañaílla extraordinario, en un río de verdad. Lo oímos cantar, hablar, y reír. Y estar en silencio. Y asistimos en primera fila a los días que estuvo sobre el dolor del pueblo gitano y de mucha España adelante. Porque José Monje había sido adoptado por los jóvenes y los viejos, por muchos españoles que de pronto vieron cómo las emisoras de radio gritaron su muerte en Can Ruti, en ese hospital en donde exhaló sus últimas palabras al tío de la Chispa: "Maíta, qué es lo que tengo". Y expiró.

Quiero pensar que Patricia Cavada está dando cumplimiento a sus obligaciones sobre el artista más universal de la Isla. Como ha traído a la ciudad el estreno de esta película maravillosa ha de traer la primera piedra de su museo, y contar con esa figura excepcional del Flamenco, para poner en el mundo de la Cultura y del Arte, a San Fernando. Que falta le hace.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios