La semana pasada se presentó por parte de la Diputación provincial el proyecto de rehabilitación del edificio del antiguo IES del Rosario. Dejemos a un lado los aspectos de sostenibilidad ambiental y energética, que están muy bien pero que lo mismo servirán para un museo que para una charcutería, con todos mis respetos por esa institución de las chacinas. Se trata del modelo museo lo que me llama la atención a estas alturas de las políticas culturales públicas, de la situación de la cultura en nuestra ciudad y del origen institucional de la propuesta.

Lo primero que me hago son tres preguntas. A saber, ¿es necesario otro museo en Cádiz?, ¿ese museo debe seguir los modelos de fines del siglo pasado?, ¿es el ámbito del Arte Contemporáneo el más adecuado para el proyecto museístico en cuestión? No sé a los demás, pero a mí me sale como respuesta que no a las tres preguntas. Respecto a la primera cuestión, a las necesidades museológicas de la ciudad, no me cabe la menor duda de que el mayor déficit museístico es la tan ansiada como nunca llegada ampliación del Museo de la plaza de Mina. Ese museo debe ser sin duda el tronco principal de la faceta museística de nuestro patrimonio como ciudad, y como provincia. El ministro Semprún fue el último que echó una mano en el mismo, ya ha llovido.

Para responder a las otras dos cuestiones, el modelo museístico ligado a las formas de expresión contemporáneas de la cultura, basta con una sencilla navegación web y un par de lecturas. No hay que ser un experto, incluso bastaría con hablar con alguno de los que en nuestro entorno existen y a las declaraciones de Bernardo Palomo en este medio me remito.

No quiero dejar pasar la pretendida simbiosis enriquecedora entre cultura y turismo que se derivará del museo en cuestión. De nuevo una pregunta, basta una sola, ¿alguno de ustedes vendría desde Cuenca, Stuttgart, Burdeos o Barcelona a ver arte contemporáneo a Cádiz? Nuevamente hemos olvidado que no es Guggenheim todo lo que reluce.

Y es que en el fondo de esta cuestión hay un problema serio de políticas culturales públicas. Un pecado inadmisible en el partido que gobierna la Diputación de Cádiz, el que ha sido impulsor de las mismas durante muchos años en España y de la mano de modelos europeos, en su momento avanzados. En primer lugar no se atisba el más mínimo detalle de planificación territorial de la cultura, el aluvión de críticas, suspicacias y recelos que ha levantado el proyecto lo reafirman como inadecuado. En una ciudad de 120.000 habitantes acabaremos con dos equipamientos en torno al arte contemporáneo, un lujazo, como si fuéramos ricos. Pero aun peor, desde la perspectiva de la gestión pública de la cultura es la puesta en marcha del proyecto a la antigua usanza, o sea sin encomendarse ni a dios ni al diablo. Parece que nadie se dio cuenta de que hoy las políticas culturales avanzan por la senda de la participación de una mano y de la cooperación de otra. Y preguntemos de nuevo, ¿se ha consultado al sector cultural de la ciudad y la provincia?, ¿y a las otras instituciones públicas que tendrían algo que decir? No pregunto ya por la consulta a la ciudadanía. Me da que ni la Consejería de Cultura sabía mucho, ni el Ayuntamiento de la ciudad, ni los colectivos de agentes artísticos. Es más, me da que en el seno del partido gobernante de la institución provincial a nivel local no sabían mucho del tema.

Porque hay otra manera de hacer las cosas. Dos ejemplos. Primero la Harinera, un equipamiento cultural de proximidad y de gestión participativa de la ciudad de Zaragoza que diseñó y ejecutó en un noventa por ciento un ayuntamiento socialista. Segundo ejemplo, la Catedral de Santa María de Vitoria. La restauración de este templo fue una obra abierta y seguida por la ciudadanía mediante un programa denominado Abierto por Obras, transparencia en un proceso de restauración patrimonial. En este caso hablamos de la Iglesia Católica en colaboración de una diputación foral y un ayuntamiento gobernados por fuerzas conservadoras (PP y PNV). Concluyamos que cuando una institución decide una intervención patrimonial debería al menos hacer eso que los gestores llamamos interrogar al territorio en sus vertientes política, institucional, técnica y ciudadana.

Colofón. Magnífico proyecto medioambiental y de sostenibilidad. Errático proyecto cultural y patrimonial, en contenidos, proceso y modelo de gestión. Estamos a tiempo de rectificar.

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