Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Análisis

Guillermo Alonso Del Real

¿Quién manda aquí?

Cada día lo tengo menos claro; pero es evidente que alguien debe de mandar, porque las cosas no se hacen solas, siempre hay alguien que las hace. Si no, ¿para qué servirían las cinco vías de Santo Tomás de Aquino?

Y, hablando de vías, una provechosa vía hacia la patafísica consiste en darse un paseo por las del tranvía chiclanero, un fértil tránsito sobre la llamada "catenaria". Catenaria tiene que ver con "catena", o sea, cadena y, desde luego, vaya cadena que nos hemos echado con ese estático medio de hipotético transporte. Porque a estas alturas no sabemos cuándo va a funcionar; ni siquiera si es que va a funcionar algún día y, por supuesto, hasta dónde va a llegar. La nueva lectura de "La corte de los milagros" de Don Ramón María del Valle Inclán, con su visión crítica y distanciada de todas las cosas ayuda mucho en la percepción patafísica de este vehículo patafísico. Ya sabemos que la patafísica es la ciencia que hace regla de la excepción y viceversa, pero yo lo aclaro por si las moscas.

En este saludable y divertido estado de fecunda perplejidad, no le da a uno por censurar a las personas que en su día adoptaron la decisión de emprender la iniciativa, porque estoy convencido de que lo hicieron con la mejor intención del mundo. En mi opinión ningún gobernante de ninguna instancia hace las cosas a mala idea, para chinchar al respetable. Por el contrario, me parece que todos obran de buenísima fe, lo que no impide que metan la pata con extraordinaria frecuencia.

No sé si volveremos sobre el asunto del tranvía, pero de momento vamos a abandonarlo para fijarnos en otras iniciativas como poco, sorprendentes.

En estos momentos todos andamos preocupados con el precio de la energía, la eléctrica en particular. Y nos encontramos con la desopilante afirmación gubernamental de que ellos no pueden hacer nada, no son capaces de hacer frente a un clamoroso abuso por parte de las empresas, culpables de que la mayor parte de la población ande apurada a la hora de encender la lavadora o la vitrocerámica. Parece cosa del destino o cosa semejante y el propio ministro del ramo explica con toda la frescura del mundo este numinoso (que no luminoso) axioma. Como mucho, el Gobierno y sus ayudantes mágicos se plantean una limosnita energética para los famosos "menos favorecidos", vamos los pobres de solemnidad. Total que en esto tampoco manda el Gobierno. Entonces: ¿quién diablos manda?

Pues se ve que tampoco manda en los bancos, en el afamado sistema financiero, una especie de doncella desamparada, a la que es preciso rescatar cuando su vida y virtud se hallan en riesgo. Lo de las cláusulas suelo ha destapado un timo a gran escala, que, por supuesto, no ha desvelado el Gobierno, sino entidades privadas o supranacionales. El regate de nuestros jefes para paliar tímidamente los efectos del hallazgo ha resultado francamente cómico, si no hubiera sido tan impresentable. "Bueno, hacemos un pequeño código ético". Eso para empezar. De este mismo modo se pudo elaborar en su día un código ético que regulase de forma autónoma el bandolerismo en las sierras hispanas, nada de imposiciones por la vía penal; se supone que el Pasos Largos, los siete niños de Écija y Juan Caballero serían muy capaces de auto-regular sus propios desmanes. Luego hubo alguna mínima corrección, pero seguía quedando a arbitrio de los timadores la solución del problema. Total, que en esto ell Gobierno seguía pintando menos que la chata.

Parece que la temible Bruselas ha tomado cartas en el asunto. No siempre vale alegar para recortes y demás tropelías la imposición europea; y, si vale, buena burra hemos comprado. En su día muchos pensamos en una Unión Europea espacio de libertades y comunicación, para al final encontrarnos que es un puñetero zoco al servicio del capital internacional. En cualquier caso se trata de comprobar que no sabemos de forma precisa quién manda aquí.

Pues, volviendo a lo del tranvía, me cuentan que un chiclanero, ilusionadísimo con la posibilidad de ir a Cádiz sobre la vía férrea, llevaba apostado desde hace unos seis años en la terminal, y hasta se hacía llevar las comidas allí mismo, porque era un adicto al tranvía en general, porque le recordaba su infancia, cuando había ese medio de transporte en La Isla.

Cada cual tiene sus manías. Pero parece que acabó desanimándose y, enterado del carril abierto sobre las marismas, ha ido a por su vieja bicicleta y se ha marchado por esa pista a ver a su tía, que vive en San Fernando.

Posdata: parece que va a pasar algo el frío. Menos mal, porque mi hermano Carlos me dijo que le estaba saliendo en la frente el circulito azul de la cerveza glacial.

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