Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

L O malo es que los libros no se pueden cocinar. Los puedes meter en el horno y les puedes echar alioli encima, pero no, no se comen. Arden fácilmente con el fuego y, encima, no soportan el agua, ni tampoco la cerveza, vino o refrescos, todo sea dicho, que después vienen los lamentos.

Lo malo es que no los puedes conectar al wifi para bajarte sus últimas ediciones. No los puedes tirar contra el suelo, ni lanzándolo desde un quinto piso, para que se desintegre, en aquellos casos en los que un arranque de cólera te incite a ello, a desintegrar cosas.

Lo malo es que hoy día, cuando no se les ignora directamente, se les cosifica con absoluta frivolidad. Vale que no los puedes hipotecar ni sirven de aval, eso está claro, pero se les trata como a meros libros florero, en serio. Poco menos que se les da el valor de un salero de plástico -ya sea una novela de Unamuno o el listín de las páginas amarillas. A veces, te encuentras con que te están vendiendo un libro el mismísimo día del libro (ayer, ¿no?) y mañana, si te he visto, no me acuerdo. Como si te vendieran un dentífrico en su supermercado.

Lo malo es que nos quedamos en el bookcrossing cuando faltan anglicismos que fomenten la lectura de libros analógicos entre jóvenes: más slow reading, finger paging o cosas así. Eso sí, a la juventud se la adiestra dándole -vendiéndole- libros falsos, descontextualizados o hipertextualizados, multimediáticos, con patrón de bloqueo y carátula luminiscente. Y mientras tanto no hay quien le explique a esa juventud que si compartes tus libros nadie podrá llamarte pirata. Y mira que es fácil adquirir libros de segunda mano por el precio de una tapa de ensaladilla, o libros nuevos por lo que cuesta una silla plegable de camping negra. Hasta existen sitios donde te los prestan gratis. Pero nada, así vamos. Que cuando te encuentras con un libro en las manos lo primero que piensas es en dónde lo vas a guardar.

Lo bueno, después de todo, es que todavía tenemos libros a nuestro alcance, incluso impresos.

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