A medida que uno va entrando en años, y va viendo cómo entran en más años todavía los demás, surge el interés por saber qué es lo fundamental, qué es lo que nos mantiene en pie. Mi padre y el poeta Jacobo Cortines coinciden en esto plenamente: lo que nos mantiene vivos es la curiosidad. Busco la definición de "curiosidad" en el Diccionario de la Real Academia. Curiosidad: 1. Cualidad de curioso. 2. Cuidado, esmero o limpieza. 3. Cosa curiosa (que llama la atención). Vamos pues a "Curioso-curiosa", y de las ocho acepciones posibles me quedo con tres: 1. Inclinado a enterarse de cosas ajenas. 2. Inclinado a aprender lo que no conoce. 4. Que llama la atención o despierta interés por su rareza u originalidad. Ser curioso es todo esto, pero a lo que se refieren mi padre y Cortines es a una mezcla: un afán de aprender lo que no se conoce llevado por la emoción de indagar en el otro y lo otro, lo distinto de uno, que es lo que interesa porque resulta único, raro, original. Lo otro es lo que te saca del ensimismamiento, del vacío que hay al fondo del propio ser. Las personas que se van muriendo van largando las amarras con el mundo: pierden el interés, se desconectan, no atienden.

En mi última visita al Museo del Prado he venido a reparar en un óleo alegórico de Simon Vouet (1590-1649) que presenta a un anciano malhumorado caído en el suelo, vencido por dos hermosas y risueñas mujeres: una le coge por detrás de los cabellos, la otra le azuza por delante con un ancla. Por encima sobrevuela un amorcillo alado. El cuadro se titula El Tiempo vencido por el Amor, la Esperanza y la Belleza (1627). Pienso en la curiosidad: en lo que tiene de amor (de movimiento que busca la unión con algo), en lo que tiene de esperanza (sostener una curiosidad es tener un proyecto, y un proyecto es un motor para navegar por y contra el tiempo). ¿Y la belleza? De manera muy genérica, quizá la percepción de la belleza resida en la valoración de la perfecta armonía con que nos atrae cada singularidad.

Sin duda es un lujo de la naturaleza el de mantener la curiosidad a través de los años, a pesar de los años. Como una manifestación creativa del instinto de vida.

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