El Puerto no se ve afectado por la turismofobia, esa manifestación involucionista que pretende atacar una de las mayores fuentes de riqueza del país, pero sí sufre lo que yo llamaría cívicofobia, y que popularmente se conoce como vandalismo. Lo aguanta desde hace décadas, constituyendo un problema más grave de lo que parece, pues afea de continuo calles e inmuebles con grafitis absurdos cuya necedad sólo es superada por la del propio autor y supone un coste para las arcas públicas por la variada destrucción de mobiliario, capítulo en el que marquesinas, bancos, señales viarias y contenedores se alzan como principales damnificados.

El área de Movilidad y Seguridad lleva a cabo estos días un total de 750 encuestas sobre el particular. Ya les adelanto que entre las conclusiones principales se encontrarán la de una mayoritaria percepción sobre la amplia incidencia del gamberreo y la de la oportunidad de adoptar medidas sancionadoras más contundentes, eso que se inscribe bajo el concepto de mano dura y que el buenismo imperante tiende a no aplicar, máxime cuando afecta a menores, que en España, en referencia penal, es algo no muy lejano a la impunidad.

El concejal, Ángel González, ha indicado que se está elaborando un catálogo sobre grafitis. Digo yo que por eso el plazo de terminación del estudio se cifra en seis meses, pues los episodios nacionales de Galdós pueden ser inferiores en tomos a una recopilación completa de los estúpidos garabatos que nos asolan. También parece que la iniciativa ha suscitado interés en otras entidades, expectantes sobre las conclusiones del trabajo (en época de crisis el copiapega va más allá de las tesis doctorales, extendiéndose a la propia administración pública).

Confiemos, aunque sólo sea por voluntarismo, en que el documento, que se elevará a pleno, ayude a erradicar estas actitudes y consolémonos en que, en contra de fenómenos, siquiera puntuales, que suceden en otros lugares, aquí en El Puerto se recibe hospitalariamente a los turistas, que nos están regalando uno de los mejores veranos desde el inicio de una crisis que, diga lo que diga el Gobierno, aún persiste.

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