Análisis

aNA SOFÍA PÉREZ- BUSTAMANTE

Una ceiba llamada Mari Carmen

A veces la vida te aparca y pasas a habitar una quinta dimensión donde el tiempo se estanca. No tienes nada que hacer más que ir viviendo. Pienso en esas habitaciones donde solo se escucha la conversación de los relojes. Los jóvenes no usan reloj de pulsera, y el móvil no hace tic-tac. Quizá sea una suerte no conocer el sonido de los pasitos que va dando a tu alrededor el aburrimiento. Pero a medida que pasan los días uno empieza a sentirse habitar esa burbuja de una manera más activa: ya me arrastro por el pasillo remando con los brazos por la pared; ya hay un punto indefinido en que se me sintonizan los dos ojos; ya me apetece a veces salir de la cama. Entonces empiezas a fijarte en los otros: esos ancianos que salen a la calle solos con sus andadores, cuando dar la vuelta a la manzana es como un París-Dakar donde tú eres el obstáculo y el premio. La mujer con depresión crónica que se sienta estratégicamente para atrapar a los conocidos en una conversación. Entonces empiezas a fijarte en las barreras arquitectónicas, a valorar las aceras rebajadas, las rampas de pendiente suave, el reguero de bancos. También acompasas la conciencia al ritmo de la naturaleza. La avenida está llena de árboles fragantes que se llaman cinamomos. En Condesa Villafuente hay un árbol con púas en el tronco, ahora sin hojas, del que cuelgan unas cápsulas oblongas. Es una ceiba, árbol sagrado americano. Charlando con mi cuñada Magdalena resulta que este árbol lo plantó hace más de veinte años una prima suya que una vez fue de viaje a Argentina a conocer a unos parientes. Mari Carmen Romero Vera tenía mucha mano con las plantas y los pájaros. Recuerdo los tiempos en que con tres niños en Cádiz le tocó en la bolsa de trabajo ir a Almería. Los tiempos en que sacó la oposición, pero enfermó de cáncer. Y cuando tras años de lucha le dieron la baja definitiva, decidió llevarse a los hijos a Dublín, para que cursaran un año en inglés verdadero. Esta increíble Mari Carmen está aún aquí, en este árbol extrañísimo que donó al vecindario y que llaman también palo rosado. En esta quinta dimensión donde contiene la respiración el tiempo, Mari Carmen, estoy deseando verte florecer.

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