Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Boquiabierta me quedé hace unos días al leer en este periódico la crónica del pleno municipal. Al abordar el debate sobre la comisión de investigación en Bienestar Social, la edil Sivia Gómez calificó los hechos de "muy graves". Hasta ahí, todo normal. Me explico: no es normal que haya sospechas de filtraciones, falta de respeto a los trabajadores ni mucho menos insultos a un funcionario por parte de un concejal. Lo que me parece normal es considerar estos hechos como muy graves.

Pero escuchar de Gómez que nunca ha visto una situación igual en su larga trayectoria municipal, en fin, me cuesta aceptarlo. Quizás no idénticas, cierto. Pero situaciones esperpénticas, chabacanas, e incluso ilegales, sí tiene que recordar. Las recuerdo yo, que andaba todavía en EGB cuando llegó a la alcaldía Hernán Díaz. Que cuando me fui a estudiar fuera tenía que dar explicaciones a quienes, sabiendo mis orígenes, me preguntaba por algunos vídeos que se habían hecho famosos por los excesos y salidas de tono de aquel regidor (y eso sin redes sociales; El Puerto habría tenido un trending topic semanal). Que como periodista presencié desprecios y descalificaciones en público, ya fuera a colectivos, personas o instituciones que se oponían a sus medidas. Que como ciudadana he vivido en una ciudad en la que la razón no ha estado siempre del lado de quien cumplía las normas. Y que, mucho después, he visto como la justicia inhabilitaba a un ex alcalde, un ex concejal y a un funcionario público.

A mí, todo esto, me parece una barbaridad. La distancia temporal no hace más que aumentar mi indignación por el hecho de que durante años dejáramos pasar las malas formas excusándolas con la campechanería, y justificáramos el tono despótico como signo de seguridad.

Puede que eso solo me ocurra a mí, y que a otros, como a Silvia Gómez, el tiempo le esté borrando sus recuerdos, incluso si éstos eran -por su posición entonces- más intensos que los míos. Puede que por eso, ahora, se eche las manos a la cabeza ante los excesos de los representantes políticos. Bienvenida a la indignación.

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