Escribo este texto en una Cuba muy preocupada por el huracán Irma que está a punto de llegar a la Isla. Fortísimos vientos, intensas lluvias y grandes olas pueden destruir muchas casas y edificios, vías de comunicación, cosechas y provocar graves inundaciones en zonas próximas al mar. La prioridad es que no se pierda ni una sola vida humana; así como minimizar los daños materiales, tan costosos de reconstruir. Toda Cuba colabora. Protección Civil funciona de maravilla. Esperemos que Irma sea lo menos destructora posible.

En esta situación es difícil reflexionar sobre qué he observado en España este verano. Son muchas cosas. Desde los atentados en Cataluña que han puesto de relieve que si trabajamos todos lealmente y unidos podremos hacer frente al terrorismo mejor que si no lo hacemos así; hasta el casi monotema del 1 de octubre.

He visto que los españoles vuelven a gastar dinero. La confianza ha regresado y el consumo aumenta. Hay que lograr que esa bonanza llegue a todos, empresarios y trabajadores. Ese, junto a la creación de empleo digno, debería ser un objetivo capaz de unir a todos los partidos y sectores sociales con visión de Estado y sentido de responsabilidad. ¿Dónde quedaron aquellos Pactos de la Moncloa, cuyo cuarenta aniversario celebramos este año, y dónde aquellas personas capaces de firmar esos Pactos?

He visto tertulias televisivas que, en general, me parecen lamentables. ¿Cobran los tertulianos por ver quién grita más y escucha menos? Me pregunto, también, de qué hablarían los noticieros si no hubiera incendios forestales, ahogados, violencia de género y otras desgracias semejantes. Además de los superentrevistados vecinos de las víctimas, ¿seguro que no hay nadie en España a quien entrevistar para que nos cuente cómo está empleando su tiempo haciendo algo por el bien común? ¿Tanto hemos caído que las buenas noticias no interesan y el morbo sí? Informar solo de desgracias no ayuda; al revés, desmoraliza. Tal vez ese sea el objetivo.