Shorty Week Film Festival nace desde el entusiasmo y la experiencia de un grupo de portuenses quienes comienzan en el camino del cine, valorando la idea por encima de la producción. Más o menos así se auto definen estos locos por el metraje a la hora de presentarse ante la sociedad gaditana y la comunidad planetaria a través de las redes sociales. De muchos es sabido que las tres primeras ediciones de este festival de cortometrajes se desarrollaron en nuestra ciudad poniéndola en el mapa internacional de este tipo de eventos. Todavía recuerdo cómo unos productores/directores mexicanos se desplazaron desde su país natal hasta nuestra ciudad en la primera edición del festival, siguiendo la melodía de 'El Flautista de Hamelin' que fue para ellos el Shorty Week en El Puerto.

No quiero entrar en las razones por las que este festival nacido y gestado en El Puerto por gente de El Puerto se tuvo que marchar de aquí, no muy lejos, pero a fin de cuentas marcharse como también ha ocurrido con otro tipo de manifestaciones de parecido carácter y que ahora regresan 'en diferido'.

Alguien se tendrá que sentar en algún momento a pensar por qué ocurren estas cosas en nuestra bendita ciudad, y discernir con buena voluntad e imaginación las posibles soluciones sin necesidad de crear traumas y cismas que a nada conducen. Tomen como buen ejemplo el movimiento cultural multidisciplinar DIÁSPORA puesto en marcha hace dos veranos sin necesidad de muchos artilugios ni grandes cantidades de dinero.

Fíjense que hasta el cartel anunciador de esta edición del Shorty lo ha realizado la pintora portuense María Fernández Lizaso, y dos de los premios entregados en la gala han sido confeccionados por artistas plásticos porteños como son Elizabeth Zunzunegui y Santiago Guirado. Incluso la sección Insomnia nace como homenaje al homónimo festival portuense de cine fantástico, amén del ingente equipo de voluntarios colaboradores que como ellos son también de El Puerto y que siguen siendo comandados por los artífices de todo este tinglao, Sergio Ceballos y Mikel Gil. Y como colofón a estas reflexiones uno se pregunta ¿Tan raritos somos aquí que los nuestros se tienen que ir más allá de nuestras lindes para casi todo?

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