Tras siglos abasteciendo de sal a ciudades y embarcaciones, ahora tan sólo quedan tres salinas artesanales en la Bahía de Cádiz: San Vicente en San Fernando, el Águila en Puerto Real y Bartivás en Chiclana. Su producción se ha visto revalorizada con la creciente demanda de productos artesanales, de cercanía y sin manipulación química. Estas salinas están diversificando su producción: sal virgen ecológica, flor de sal, sales con especias… a lo que algunas han unido una oferta de visitas y degustaciones gastronómicas.

Hay otras tres salinas industriales de pequeño tamaño: Los Hermanos y San José y San Enrique, ambas en Chiclana, y Molino de Ocio en Puerto Real, en la que ésta en proyecto su reconversión a salina artesanal, la restauración del molino de mareas, la recuperación del estero para eventos gastronómicos, visitas públicas...

Y las que están en franca expansión son las grandes salinas industriales: La Tapa y Santa María en El Puerto de Santa María, y Cetina en Puerto Real, la mayor de todas con 1.200 has, que incluye una zona de reserva ecológica.

También se han recuperado salinas para destinarlas a la educación ambiental, interpretación del patrimonio y turismo. La pionera fue la salina de Santa María de Jesús, en Chiclana, restaurada por el Ayuntamiento para instalar el Centro de Recursos Ambientales, que incluye una pequeña salina para actividades demostrativas y hasta un spa con agua salina, salmuera, fango o algas.

Otra experiencia controvertida ha sido el intento de recuperación de la salina de la Esperanza Grande y Chica para uso científico y educativo de la UCA. Un lujo para una Universidad con numerosas titulaciones relacionadas con el medio ambiente y el mar que no ha acabado de cuajar. Mucho dinero público invertido sin que la Universidad haya sido capaz de gestionar adecuadamente este valioso patrimonio.

En El Puerto, Ecologistas en Acción ha puesto en funcionamiento la salina de San José, restaurada por la Junta de Andalucía, en una experiencia pionera en Andalucía, con la participación de cientos de voluntarios, impidiendo, además, las amenazas de su privatización. Algo se mueve en este mundo salinero, esperemos que de todas estas experiencias resurja el sector salinero de la Bahía de Cádiz con nuevos bríos.

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