Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Llegas a un bar, pides un café, te ponen la taza acompañada de un sobrecito de azúcar (a veces hasta sin nombre del contenido) y otro de sacarina. Yo me quedo perplejo, porque además la costumbre se ha generalizado tanto que no hay bar ni taberna que no te pongan la consabida sacarina. Y yo me pregunto, ¿por qué no ponen también junto con el azúcar, una pastilla de vitaminas o valeriana para los nervios? Vamos a ver, la sacarina es un medicamento para los diabéticos, aquellas personas que, porque su páncreas no produce la insulina necesaria para metabolizar el azúcar, no deben tomarla y se les da este producto. ¿Pero a mí por qué me han de dar sacarina? Y más me extraña cuando cunde la moda de que hay que utilizar o tomar 'productos naturales'. Mucha gente te dice y pide en la farmacia: "Mire usted, deme para… pero producto natural". Como si los medicamentos fueran del planeta Marte. Pues bien, han de saber los consumidores inapropiados de la tal sacarina, que ésta es un derivado del petróleo, del alquitrán, y que se obtiene a partir del tolueno C6 H5-CH3. Y no les cuento la prohibición habida hasta hace poco en muchos países porque se decía, ya desmentido, que a ciertas dosis producía cáncer en las ratas.

El azúcar tan denostada es nuestra gasolina, sin ella no podríamos vivir. Tras la comida, llega a nuestras células y dentro de ellas en las mitocondrias se quema dándonos la energía necesaria para todos los procesos del cuerpo. Lo que también es cierto es que su exceso puede aumentar el temible colesterol, porque en su combustión se produce además de las calorías CO2 que deriva en acético y éste, en grasas saturadas.

P/D Es muy sencillo. Si usted no quiere engordar, no importa, tómese café con azúcar. Introduce en el cuerpo 30 calorías (que es lo que tiene un azucarillo de 8 gramos) y luego anda un poco o suba la escalera de su casa, con lo que ha quemado ese exceso de gasolina. De unas 2.500 calorías que es su dieta normal, es una miseria esas 30. ¡Mira qué fácil! Y cuando el camarero le ofrezca sacarina, le dice con toda amabilidad, que prefiere una copita. Y tú, amigo camarero, recorta este artículo y ponlo en el bar, a ver si entre todos conseguimos además que el cultivo de la remolacha, el más social y productor de puestos de trabajo en nuestros campos, vuelva por sus fueros.

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