El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

M uchas veces se ha tachado al Medievo de "tiempo oscuro" en un sentido manifiestamente peyorativo, calificación que personalmente rechazaría. Entre otras cosas porque estas generalizaciones siempre suelen ser erróneas por falta de precisión. A mi me parece que cualquier momento de la historia presenta más escalas de grises, que blancos y negros. Un sabio muy querido para mí decía en sus clases que el historiador cabalga una cebra, no un semoviente monocolor. Pues comparto su punto de vista.

Confieso mi fascinación por esa época de la historia, especialmente en lo que se refiere al arte y la literatura. El Poema de Mio Cid, por ejemplo, se me antoja una de las más hermosas novelas jamás escritas. Asomarse al monasterio de San Millán de Suso es una experiencia incomparable, que conduce nuestra imaginación a mundos insospechados. Y, si descendemos con Johan Huizinga al "otoño de la Edad Media" nos encontramos con Jorge Manrique, con François Villon… Visitamos el tremendo "Cementerio de los Inocentes" de Paris. Giotto no presenta un universo especialmente oscuro, sino todo lo contrario. Discutible eso de "los tiempos oscuros".

Claro que otra cosa es intentar reproducir el modelo político y económico de la Edad Media y, sin embargo, hay quienes parecen empeñados en hacerlo, y así nos va.

El orden feudal, por ejemplo, no parece apto para ser reimplantado en nuestra política actual y, sin embargo, hay muchas actuaciones que lo recuerdan con bastante nitidez. En aquel antañón sistema los vasallos realizaban servicios, básicamente militares, a su señor y éste les recompensaba mediante concesiones territoriales o con títulos nobiliarios, que por aquel entonces no eran simplemente honoríficos, sino que llevaban aparejado poder, mucho poder.

Hace poco se desató la polémica en torno al nombramiento del ex - ministro Fernández como presidente de la comisión de exteriores. También fue muy discutido el envío del ex - ministro Werth a París con derecho a novia subvencionada y lujosa mansión. Ambos personajes mostraban unos perfiles muy poco presentables: el primero incluso había sido reprobado por el Congreso; el segundo puede pasar por el peor Ministro de Educación de la democracia española, con honores de abucheo a cargo de toda la comunidad educativa. Pero como ambos habían sido buenos vasallos de su Señor, Don Mariano, habían de recibir dones proporcionados a su fidelidad, chollos auténticos.

Incluso (porque en todas las casas cuecen habas) se han recuperado denominaciones de evidente corte medieval, como esa de "barones". El título viene del tiempo de los merovigios y se otorga a vasallos ilustres con elevado poder sobre vasallos menos distinguidos. Nuestros barones no suelen estar conformes con el título, que atribuyen a la prensa impía y blasfema; pero en sus conductas políticas manifiestan rasgos muy similares a las de sus precedentes antiguos. El ejercicio de un poder casi omnímodo en sus feudos es uno de ellos; el sistema de "clientela" de origen romano, que implica una escala de subordinación; la capacidad y ejercicio de castigar a los desleales… Pero el más destacado (y peligroso) es la posibilidad de deshacerse de su "señor natural" en connivencia con otros barones más o menos poderosos. La Gesta o ciclo de "Los barones rebeldes" es un interesante documento literario y político. En el leemos cómo personajes crueles y desatentados, como Raoul de Cambrai, se alzan contra el Emperador Luis, que para mayor escarnio era su tío, al que debía gran parte de su elevada posición. ¡Qué ingratitud!

Si la maniobra de acogotamiento del señor funciona, surge un poder más o menos espurio, que dedica sus esfuerzos, como es natural, a castigar a los fieles al antiguo y a premiar a sus propios aliados o compinches. Más medieval no cabe.

También suceden cosas a nivel local que presentan rasgos medievales. Por ejemplo, la proclamación como "Alcaldesa a Perpetuidad" de Nuestra Señora de los Remedios. ¿Pero no habíamos quedado en que la separación de los poderes públicos de los eclesiásticos era ya un hecho incontrovertible desde la Ilustración? ¿No consagra la Constitución la aconfesionalidad del Estado? Esto suena a "Ancien régime". Y lo digo con todo el respeto debido a esta advocación mariana tan querida por los chiclaneros."Al césar lo que es del césar…"

Y luego: ¿a quién se le ocurre largarle semejante marrón a la Virgen de los Remedios? Anda que no tendrá ella, en su condición de Patrona, pocos líos que resolver, para que, encima, tenga que preocuparse por el PGOU, el diseminado, el paro local, los presupuestos… ¡Hombre, esto no se le hace a nadie!

Yo creo que mi amigo el Alcalde Román puede desempeñar sus funciones con bastante soltura, incluso sin concurso divino. Dejen en paz a la Virgen.

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