Jesucristo resucita, la tierra renace y nada es casual. No, no intento (ni puedo) tambalear los cimientos de su fe ni trazar paralelismos más que evidentes entre los diferentes cultos religiosos de la historia. No. Sólo les pido, modestamente, que sigan las señales. Las que le están gritando su rito o la propia Naturaleza. La tierra vuelve a empezar. Florece. Despierta. El hombre se hizo dios. Los estigmas ya no manan sangre. La carne muerta resucita. No me sea más Santo Tomás y crea. Crea que puede crecer el pasto donde antes había desierto y tenga en cuenta que no hay agujero lo suficientemente hondo para enterrar las miserias. La tierra, como la mar, todo lo expulsa porque todo acaba germinando (guárdese de que no sea una mala hierba). Mire a su alrededor, es 1 de abril, es Domingo de Resurrección. Comienza el ciclo eterno. Por eso viva, que todo muere y, de una forma u otra, todo resucita. Asegúrese que sólo vuelva lo bueno.

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