Análisis

Paco Carrillo

Renunciar a la verdad

Puede ser que la verdad, a la postre, sea esa zurrapa que queda a merced de las épocas

Ala vista de que la verdad es un concepto controvertido y manipulable, ya va siendo hora de que se acepte con absoluta normalidad la imposibilidad de alcanzarla. Para ello debiera ser la primera medida a adoptar en los centros educativos de cualquier nivel. Hay que convencerse cuanto antes de que la verdad es un relativismo con miles de interpretaciones que varían a través de los tiempos. Lo mejor es renunciar a ella aceptando que lo único cierto es estar a merced de los manipuladores y cada vez más lejos de la libertad. Sánchez Ferlosio, piadosamente, lo ha dicho de la siguiente manera: "Nada es falso ni verdadero". Lo cual rubrica su relativismo.

"España y yo somos así," frase que el romántico Eduardo Marquina le hace decir, en el segundo acto de En Flandes se ha puesto el sol, al capitán Diego de Acuña, que lo ha sacrificado todo por el amor. Mucho después, el historiador Sánchez Albornoz se atrevió a pronosticar que "España es un enigma histórico". Claro que el más intelectual de todos los pensadores citados, José Luis Rodríguez Zapatero, mirándose el fondo de sus bolsillos, sentenció: "España es un concepto discutido y discutible". ¡Con un par! Pero para no decir nada, recuerde aquella otra definición de otro que tal bailaba: "España es una unidad de destino en lo universal". Poesía gaseosa. Hay más definiciones, pero no le canso. Si los romanos hubieran tenido más perspectiva es posible que no habrían bautizado a España como tierra de conejos, sino de borregos.

Puede ser que la verdad, a la postre, sólo sea esa zurrapa que queda a merced de las épocas, las modas o de los que opinen por interés. Ahora, precisamente, se comenta que el hundimiento del Titanic no se debió a su encontronazo con un iceberg a la deriva. O sea, que la verdad, que debiera de haber sido la verdadera transmisora de la Historia, se esconde en miles de mentiras a las que nos han obligado a creer.

¿Quiere más pruebas? Nos han engañado hasta con los valores del azúcar, imprescindible para fortalecer el cerebro y los músculos, según se decía. Pues resulta que ahora es un producto nocivo para la salud. Igual ocurre con la leche, las carnes rojas, los pescados, los embutidos y un tan largo etcétera donde se esconden unos intereses muy concretos, perversos todos, como el calentamiento global gracias a la utilización de productos contaminantes o, lo que es lo mismo, consecuencia de una industria feroz y sin escrúpulos, por ejemplo -otro más- ¡el recibo de la luz! Por eso digo que renunciar a la verdad y saber que todo es mentira quizá fuera el único tratamiento para relajar las tensiones, el estrés y la desesperación que conlleva admitir que somos muñecos de feria.

¡Ah, por cierto! El Titanic no se hundió porque chocara con un iceberg, sino porque desde que salió de puerto llevaba un incendio incontrolado en las carboneras que recalentó las chapas hasta el punto de deformarlas y debilitarlas tanto que perdieron su resistencia. Bueno, eso se dice ahora.

A saber si es la verdad definitiva. Posiblemente tampoco.

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