Durante el último partido del Cádiz en Huesca, el historiador griego Epaminonas se topó con dos realidades. Estaba en la Taberna del Tríplice viendo la televisión y le cayó el jarro de agua fría del penalti en contra. Minuto 55, Huesca 1 - Cádiz 0. En ese momento el Huesca alcanzaba una posición entre los seis primeros y podría jugar las eliminatorias de ascenso. El Cádiz, con esa derrota, era probable que abandonara los play-off.

Desilusión y primera realidad. Epaminondas pensó que el objetivo es la permanencia y que soñar está bien, pero la realidad manda. Pasaban los minutos y el Cádiz seguía sin marcar. Epaminondas supo que había sido muy iluso imaginando al Cádiz en primera la próxima temporada. Debía conformarse con lo que se había logrado: 53 puntos, casi garantizada la continuidad en Segunda División A. Lejos del fantasma del descenso. Esa es la primera realidad.

El partido estaba acabando y Epaminondas recordó una segunda realidad: el Cádiz nunca hace las cosas fáciles. Siempre se las arregla para buscar el camino más complicado de alcanzar sus objetivos. En el fondo a él le pasa igual. Cuando le preguntan en el trabajo por qué entrega siempre las cosas el último día, contesta que lo hace porque no le dejan entregarlas el día después. Por experiencia sabe que el Cádiz reacciona a última hora. Deja las cosas para el final, cuando parece que todo está perdido. Pensando en esto el Cádiz marcaba en el descuento. Empate a uno. Esa es la otra realidad. El Cádiz había tocado fondo con esa derrota y en el último momento llegaba el empate. Ahora sí. Epaminondas está seguro. No hay que esperar. Empieza la remontada final. No tiene ninguna duda. Para Epaminondas este año es el año del ascenso.

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