Ayer presentamos en el seno de la Real Academia de San Romualdo Libro del Vacío. Una apuesta de la editorial Lápices de Luna por mis poemas gracias a Juan Luis Tapia y Paco Ramos Torrejón. La disertación de mi admirado amigo José Chamorro López, brillantísima, dejó constancia de sus conocimientos líricos, de su capacidad de análisis, de su voracidad como lector.

¿Qué es escribir un libro cuando se lleva toda la vida en ello? Hace tiempo que me lo planteo. El tiempo es el cólico de la vida. Corre, traspasa, hiere. El tiempo, si te obsesiona, es la representación gráfica de la disolución de las cosas. Y cuando te sientas en el fondo de tu alma y miras, ves pasar el cadáver de la poderosa razón. La vanidad se esfuma, la espuma del ego cae abatida, ola que barre el tiempo, la arena, hacia tu fin.

Libro del Vacío es eso. Ese recuento de las cosas que fluyen yéndose. Esa apreciación forzosa de lo inaprensible. ¿Entonces la belleza, los huecos, las palabras? Eso justamente el trozo que se queda entre las manos, la mínima porción de tiempo que dilata el recuerdo, la expansión del instante. Ah…

Nunca escribí pensando en la fama. Ni en la gloria. Ni en carros ni triunfos. He visto que las cosas cuando siguen su curso encuentran su vacío, (Lorca), ni siquiera las lápidas persisten, ni siquiera los astros. Ni la paz.

Entonces cuando los pensamientos interiores buscan palabras para salir, cuando cruzan ideas flageladas por la velocidad, cuando quedan trazadas en el lodo sin eco de lo que no será, escribes por si alguna línea, palabra o imagen, ayuda a alguien fuera de su concepto, con el trazo de lo sugerido, no de lo evidenciado.

Es el instante ático en el que las ideas dejan la mente. Los sentimientos insonorizados. Fermentos de pasiones. Le llamo verso al punto de fusión del alma y la palabra. La metralla raquídea pidiendo paso. Los óxidos perdidos, recuerdos que vuelven. El laberinto exacto de una persona a otra. Ésa es la poesía. Mi forma de sentirla.

El gozo llega alguna vez. Ejemplos haylos, Enrique Montiel prepara la impresión de El Miedo de los pájaros, y yo que lo llevé a los programas de radio con poemas, me alegro, igual que Paco Ramos, que escribe un libro sobre el vacío, el equilibrio sobre el vacío de algún funambulista. Y Pepe Chamorro escribe poemas, medidos, metafóricos, sobre el alma del flamenco, y Juan Mena y… Como ven, los mayores todavía, sentimos el poder de la palabra.

El amor no separa las aguas contra nadie. Sólo el final es orden y silencio. El silencio maduro de nuestros ojos al leer, como dijo Quevedo.

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