Píos deseos para empezar el año" es el título de un poema de Jaime Gil de Biedma. Yo también me lleno de buenos propósitos en enero. Por ejemplo, hace ya 13 conciertos de año nuevo que dejé de fumar. Desde 2005 mi cuerpo se ha ahorrado 189.800 cigarrillos de media. (No parece tanto, en verdad). Para este 2017 aún estoy indecisa en cuanto al propósito principal. Podría querer publicar un libro de poemas que tengo en el cajón desde hace diez años. Pero sé que no merece la pena: no soy joven, marginal, apetitosa, dócil, impresionable, lameculos ni famosa. No tengo una enfermedad rara. Estoy fuera de lobbys. Nada de lo que yo pueda escribir (y encima, en verso) puede interesar a 250.000 personas, que sería una tirada mínima razonable en Planeta-España. Mejor me abstengo. Podría postularme para Papisa. Arreglar la cristiandad por la vía rápida, que es la espiritual: "Ama, y haz lo que quieras". Pero bueno, a mí el Papa Francisco me cae bien. Mejor posponer este propósito, mientras la Cristiandad va entrando en razón (o va siendo exterminada). Podría llenarme de sexenios de investigación y llegar a ser catedrática y rectora. Pero no tengo una cuadrilla de negros haciendo corta y pegas en un sótano de Vicálvaro, y dedicarme yo a mi curriculum académico me aburre. Podría desear firmemente que llegara el lunes definitivo de abandonar mis malos hábitos alimenticios para abrazar la dieta sana. El lunes apoteósico de dejar de ser española: esa modalidad del ser que se reúne a todas horas con quien sea para comer y beber en compañía. Bueno, tendría que dejar de ser mediterránea o subdesarrollada. Mudarme a Finlandia, por ejemplo, para pertenecer a clubs de lectura, bricolaje o croché. O pedir que nos cambien el huso horario, para estar segura de que, si yo me fastidio, aquí se fastidian todos. No sé. Mejor podría sufrir una radical mutación cromosómica. Pero cómo. El problema que tengo es el mismo que tenía Jaime Gil de Biedma: que no volveré a ser joven y que los Píos deseos pertenecen al libro Poemas póstumos. Lo que más me molesta es que en el roscón de Reyes siempre me toca el haba.

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