Nos cuenta Andrés Trapiello en un texto que reproduce en las contracubiertas de una serie de libros que escribe como diarios y se publican, cinco, seis o siete años después, como novelas, que "en las viejas casas había siempre un Salón Chino, un Salón Pompeyano, un Salón de Baile, otro de Retratos, cada uno empapelado o pintado de un color, con unos muebles apropiados y decoración idónea... En estos palacios españoles, un tanto vetustos y destartalados, había también un salón que llamaban de Pasos Perdidos. La casa que no lo tenía no era una buena casa. Era el salón donde nadie se detenía, pero por donde se pasaba siempre que se quería ir a alguno de los otros".

Yo en la intimidad de mi casa no hablo catalán, pero como Agamenón en los trasiegos de Troya me atrevo a preguntar a determinados inmigrantes llegados de otras regiones españolas que tuvieron que sufrir la marginación y un apartheid consentido por la burguesía catalana ¿por qué se atreven a lanzar palabras insultantes contra nosotros con el mayor descaro? Sentenciando el héroe de la mitología griega con esta frase que viene al pelo para unos y otros con respecto a los sucesos que estamos viviendo estos días en nuestro país… "Los hombres más fuertes no son los más seguros ni vencen siempre, sino los que muestran prudencia y razón".

Existen en el Parlamento Catalán, entre otras, dos salas: una rosa y otra gris. En estos momentos parece que un buen grupo de sus parlamentarios no tienen nada claro por cuál de las dos caminar y "algunos -nos recuerda Margarita Robles portavoz del PSOE en el Parlamento Español- ya no se acuerdan que la Constitución Española de 1978 fue el fruto del esfuerzo de muchísimas personas, de aquellas personas generosas que hicieron posible la transición en nuestro país, que dejaron al margen muchas diferencias para construir un marco estable de convivencia en el que cualquier acuerdo fuera posible, y a la vez permitiera su propia reforma", palabras que suscribo y que recomiendo se lo hagan pensar aquellos que en estos momentos andan fuera de la legalidad constitucional vagando sin rumbo fijo por el salón de los pasos perdidos sin tener nada claro -como nos recordaba Trapiello- hacia dónde dirigir sus destinos.

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