Análisis

Montiel de arnáiz

ÓRDEN DE AJIÑAMIENTO

Preocupados por los cursos de formación y el fraude se encontraba en otros lares más finolis

Andaba yo esperando que un juicio rápido hiciera honor a su inmerecido nombre cuando el marido de Inma me contó lo que le había dicho días antes un tipo (el marido de Inma es un amigo a quien no le gusta que le haga fotos ni lo nombre en mis artículos, algo que yo no suelo respetar). "Me han puesto una orden de ajiñamiento", le confesó. "¿Cómo has dicho?", le preguntó Javier (uy, perdón). "Lo que oyes, que me pidió una orden de ajiñamiento", recalcó su interlocutor. Cuánta verdad contenida en un error de pureza sin igual. De qué sinuosa manera encuentra el sentido de la vida un maridaje léxico. El sujeto confundía el predicado, esa orden de alejamiento que le habían solicitado, con lo que el otorgamiento de la misma le ofrecía, el pavor: si se acercaba a la persona de quién tenía la orden iba y se jiñaba. Cuánto grosor maravillosamente lírico, qué expresión tan mágica. Y esa espera del final del juicio rápido que no nos alcanzaba se nos hizo vaporosa: del ajiñamiento pasamos a recordar otras expresiones folklórico-jurídicas que hicieron que Jesús, Inma y Miguel, sufridores abogados del juicio no tan rápido y del LexNet, se solazaran, haciendo más liviana la espera de esas diligencias que un cachondo llamó urgentes.

Prometí a Jesús que osaría usar la citada expresión en mi artículo de hoy sin caer en que comprendería con ella que hay mucho galán con orden de ajiñamiento. Escuchando a Pablo Casado en una entrevista radiofónica que le hizo Alsina a porta gayola, uno se da cuenta del miedo que tiene un político joven a que su incipiente carrera acabe donde el FC Barcelona en Champions: en la Vent du Nab, que diría el Yuyu. El incisivo entrevistador le preguntaba a Casado si asistió a las clases de su Máster en la URJC y si hizo exámenes o trabajos, y éste le respondió que había hecho "lo que le había exigido la universidad" (o sea) y anunciaba que daría la cara en una rueda de prensa en la que acabó explicando que le habían convalidado dieciocho asignaturas de las veintidós que se cursaban. Normal que se notara jiñado a Casado: debía ser cosa de la mala conciencia.

¿Y qué decir de Enrique Álvarez Conde, director del Máster de la "Señorita Pepis" de Cifuentes, que al parecer fue grabado por una de las profesoras implicadas, amenazándola con arruinar su carrera como profesora? Eso sí que es un ajiñamiento con todos los perejiles. Llevábamos diez años preocupados por la corrupción en los cursos de formación de Andalucía y el fraude se encontraba también en otros lares más finolis, aunque, cierto es, Chaves, Griñán, Fernández, Zarrías y demás gerifaltes de la Junta de Andalucía tienen aún sobre sus cabezas esa medida cautelar de ajiñamiento que puede que no acabe de alzarse hasta que finalicen las sesiones del inagotable juicio de los ERE. El ajiñamiento no distingue ideologías, claro está.

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