Análisis

Guillermo Alonso Del Real

Naciones y otras perplejidades

En un debate famoso alguien formuló la pregunta en un tono similar a aquellas cuestiones célebres del Catecismo Ripalda. Algo así como: "Decid niño: ¿sabéis qué es una nación?" Ahí me quedé bastante perplejo, porque yo tampoco lo tenía demasiado claro. A lo mejor me sucede como a Agustín de Hipona con el tiempo: "¿qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si alguien me lo pregunta, entonces no lo sé" (Traducción libérrima y puede que no muy precisa). Pues eso me pasa a mi con el concepto de nación, desde una perspectiva nada nacionalista. Ya bastante nacionalismo cutre y agresivo tuvimos que soportar en los tiempos de la dictadura, cuando España era "una unidad de destino en lo universal", que vaya usted a saber qué se quería decir con tan rimbombante enunciado. En esos tiempos a un niño o adulto vasco, catalán o gallego que utilizara su lengua vernácula, le podían espetar: "¡habla la lengua del imperio!", con bastantes probabilidades de que el dicterio tuviera como colofón un buen par de guantazos.

El caso es que hay nacionalistas, luego tiene que haber naciones. Incluso puede haber naciones sin necesidad de que haya nacionalistas. Las naciones amerindias, como la Nación Sioux, la Nación Apache y la Nación Cheyenne, ahí están; o ahí estaban, porque su aniquilación sistemática por parte del inevitable hombre blanco (Jack London lo define así de bien) no ha dejado gran cosa de ellas. Yo creo que Toro Sentado y Caballo Loco no se sentían especialmente nacionalistas, pero vaya usted a saber.

En España hay bastantes nacionalistas: catalanes, vascos, gallegos y nacionalistas españolistas. Existen para ello razones políticas, económicas, culturales y afectivas. Este hecho se puede plantear como un conflicto, o, simplemente con una realidad que está ahí y a la que no se pueden dar respuestas cerriles y agresivas, porque eso genera también un nacionalismo cerril y agresivo. Por eso la utilización del término "nación" como arma arrojadiza es, cuando menos, una necedad. Por otra parte la idea de "nación" no tiene por qué desembocar necesariamente en la realidad política de "estado". Total: que lo he dejado tan confuso como al principio, pero ya avisé de que se trataba de una perplejidad más. "¿Qué es nación me preguntas? / fijando en mi pupila…"

Otra perplejidad me crea la noción de "cultura", concepto muy extenso, con acepciones de carácter antropológico, sociológico… Incluso cultural. A pie de calle hay quien sabe distinguir una persona culta de otra inculta. Yo no lo tengo tan claro, porque he conocido a magistrados y catedráticos de una incultura abrumadora. Se trataba en especial de individuos que habían limitado el área de sus conocimientos al muy estrecho de su propia especialidad profesional, de forma tal que se habían privado de muchos aspectos placenteros de la vida y, por añadidura, se habían convertido en sujetos bastante insensibles. "Hombres unidimensionales", que dijo Marcuse.

El mundo de la cultura, en el sentido profesional o vocacional suele ser contradictorio, por cuanto es a menudo individualista o corporativo. Ahí reside precisamente uno de sus atractivos, que se rompe cada vez que la política y la economía ponen sus manos sobre él. Por eso proyectar una "política cultural" es sumamente difícil, salvo casos en los que se tira por la calle de en medio, como sucedió en la Unión Soviética con el ridículo "zdanovismo", en la Alemania Nazi, en la caza de brujas del Señor Mac Carty y en la España de la Santa Inquisición. Ahí se encuentra el cenit de la barbarie, no justificable bajo pretexto alguno.

Claro que en este intento, el de la política cultural, se puede llegar a lo bufo y pintoresco, como acabo de descubrir perplejo en un programa electoral: cultura se asocia con turismo y en unos términos, tan patafísicos, que para sí los quisiera el propio Alfred Jarry.

Selecciono algunos párrafos: "la cultura… en el siglo XXI debe ser parte del desarrollo económico. La economía mundial sigue creciendo, se siguen creando clases medias… España debe dejar de pensar en el número de turistas…. La mayor creación de clases medias se está produciendo en Asia, Asia tiene excelentes playas, por lo que los turistas asiáticos que vienen a España y Europa buscan cultura… El resto de las actividades culturales…" Item más: "América latina y Estados Unidos…es una gran oportunidad para nuestro sector cultural…Por esa razón la cultura formará parte de la estrategia de política industrial y tecnológica de los socialistas."

Feliz ante la perspectiva de que un creciente número de turistas mongoles, abandonando las excelentes playas de Mongolia, se apelotonen ante el arquillo del reloj chiclanero, guiados por mi amigo Miguel Ángel Bolaños, que, eso sí, deberá aprender unas cuantas lenguas nuevas, como el tibetano, porque con el inglés creo que no le va a bastar.

Espero que este disparatado proyecto no alcance hoy, domingo, el asenso de los llamados a las urnas.

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