Análisis

Enrique Montiel

Mujeres

También aquí, sin la mujer, la sociedad se encamina a un abismo insondable

En las calles de El Cairo lo vi la primera vez. De un modo nítido. Las mujeres árabes tendrían sobre sus hombros el cambio de calcetín del mundo. En Amman, en la cafetería de un Hotel de muchas estrellas, jóvenes jordanas se divertían y reían como en cualquier reunión las europeas de su nivel, alto nivel. ¿La diferencia? Sus ropas de marca estaban cubiertas por burkas negros o túnicas y pañuelos. Negros, por supuesto. Eso sí que es un choque de civilizaciones. La vida de las mujeres de un lado y otro del mundo monoteísta. Porque en Jerusalén palestinas, judías y cristianas se diferenciaban por sus atuendos, entre otras cosas.

Pero ya digo, en Egipto vi claramente que el futuro de esas sociedades, digo bien, esas sociedades en su conjunto, pasaba por la revolución que ya habían empezado a hacer las mujeres.

Siempre que un acontecimiento que afecta a mujeres sucede en mi cercanía, afectiva o geográfica, recuerdo a esas valientes mujeres de El Cairo y otras ciudades egipcias que rompían ostensiblemente los férreos corsés que les imponía el patriarcado desde la religión, la política o las costumbres.

Venimos también por aquí de los refranes odiosos, como el que habla de la mujer en casa y la pata quebrada. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, es sabido. Pero esto ya es un vendaval. Digo después de la sentencia del juicio a La Manada, no creo que sea necesario resumir aquí su "hazaña". ¿Ha sido la gota que ha colmado el vaso? Hay que vaciar ya de una vez el cajón de sastre de nuestras vidas, de nuestras instituciones, nuestras ideas, nuestras actitudes. Y ordenar lo aprovechable y tirar lo desechable, lo prescindible. El caso de la joven violada (es mi opinión, contraria a los magistrados, por supuesto) en Pamplona, en los Sanfermines, debería ser el punto de no retorno, el desembarco en la nueva Normandía que eche de las playas y sus búnkeres a quienes pretenden lo que pretenden, para qué extendernos.

Se tratará de una gran labor pedagógica que debería empezar en cada hogar español, en cada barrio, ciudad, provincia, región. En toda España. Y en un repaso bien ponderado a los códigos que sancionan y definen los delitos y los crímenes. Va de grave todo esto. Y son dos los caminos que hay que tomar, en los que no caben atajos. En primer lugar una intensa, profunda y prolongada labor educativa. Y las cuestiones legales, cuanto más claras mejor. Para que no se quede el mundo parado como ha ocurrido con la sentencia a "La Manada". Es que si no, la Humanidad se queda detenida. Hay un trecho muy grande entre Egipto y España, en lo que a la mujer se refiere, pero más grande es el que existe ente el actual y el imprescindible, el justo. Porque también aquí, sin la mujer, la sociedad se encamina a un abismo insondable. Estoy convencido.

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