Análisis

Carmen cebrián

Luis Ortega, en el recuerdo

Deja muchos amigos en la Academia, muchos alumnos. Se nos ha ido el maestro

No por esperada deja de ser dura. La noticia de la muerte de Luis Ortega duele. Estaba muy enfermo, pero la última vez que le vi en su casa se levantó del sillón para saludarme a pesar de las protestas de los que estábamos alrededor. Luis era un señor de los pies a la cabeza. Un hombre educado, discreto, amable, servicial y encantador. Lo fue todo en la Academia: alumno, profesor, miembro de la Junta Directiva y Socio de Honor. Era la esencia misma de la Academia.

Hace unos años me pidió que le presentara una exposición, su última exposición, según decía entonces, y efectivamente lo fue. Fui a su estudio a charlar un rato con él. Entre cuadros y anécdotas se nos pasó la tarde. Tenía una memoria privilegiada, era una enciclopedia viviente sobre El Puerto. Conoció a todo el mundo, recordaba a todo el mundo, había pintado para toda nuestra ciudad. Pero era un hombre sencillo, que hablaba de su pintura sin vanidad, conociendo sus virtudes y sus defectos. A eso le llamo yo ser un gran hombre.

La pintura fue tan importante en su vida que me entristecía mucho saber que en sus últimos años apenas podía pintar. ¡Qué injusta es la vida con algunas personas¡ Sin embargo nunca perdió su lucidez y fue muy consciente de su situación hasta el final, dándonos a todos una lección de dignidad y fortaleza admirables.

Desde que llegué a la Academia sentí que me trataba con consideración y aprecio. Era un hombre sincero que cuando no estaba de acuerdo con algo lo hacía saber, no se callaba, pero cuando había que trabajar estaba siempre el primero y hacía las cosas bien.

Será muy difícil entrar en su aula, el aula Juan Lara, y no encontrarlo allí, dando vueltas entre los caballetes y los alumnos. Será muy difícil montar exposiciones sin su saber y su elegancia para colocar las piezas. Echaremos de menos su conversación sentado en la primera silla junto al teléfono. Y también su fino humor. Deja muchos amigos en la Academia, muchos alumnos, muchos. Se nos ha ido el maestro.

En estos momentos mi recuerdo va de Luis a su nieta Blanca, mi alumna. ¡Cuántas veces al comenzar las clases en la mañana hemos rezado todos los compañeros una oración por el abuelo Luis! Ya descansa tu abuelo, Blanca; ya descansa mi amigo. Y descansa en paz.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios