Una ciudad que no mira a su río es una ciudad sin altura de miras que no merece el favor de los dioses. Despreciar una fuente de riqueza tan escasa que otros anhelan y nunca podrán tener, es sinónimo de una vulgaridad mental tan recalcitrante como cateta, esto es, de pueblo que no aspira a mucho más que a rematar las ruinas que van quedando de él.

El buenismo está muy bien para los que vienen de paso o para los que necesitan regalar oídos ajenos pudiendo así seguir con la manduca diaria. Ya lo plasmó el célebre actor y director de cine Woody Allen en su oscarizada película Annie Hall: "Aquí guardan la basura y la convierten en programas de televisión".

Las aguas de nuestro río hace años que bajan turbulentas porque El Puerto les volvió la espalda sin miramiento alguno. Durante los siglos XVI y XVII nuestra ciudad fue invernadero y base de las Galeras Reales y sede de la Capitanía General del Mar Océano. Y desde entonces a la fecha, hasta permitimos que el ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis liberara al rey Felón cuyo primer acto en la calle Larga fue derogar la Constitución de Cádiz y proclamar el absolutismo.

La mitología clásica nos recrea que nuestro río se llamaba Leteo, y anterior a éste, Lete, que quiere decir olvido, palabra a la que los árabes le añadieron el vocablo, Guada, que quiere decir precisamente río, por lo que Guadalete quiere decir Río Leteo. Nombre que le viene al pelo por aquello de lo del olvido.

En mis paseos sorteando obstáculos por su ribera uno rememora estas cosas y se da cuenta que nuestro Leteo no tiene puentes salvo uno que te lleva a tierra de nadie, quizás para evitar que los porteños crucemos como nos recuerda Muñoz Molina en su relato Las aguas del Olvido, la frontera entre el reino de los vivos y el de los muertos porque quien lo cruce perderá la memoria.

El Puerto no puede -no debe- perder más memoria y vivir de espaldas a su río. Muchas ciudades han entendido el potencial de sus ríos como ejes esenciales de desarrollo, y han demostrado ser imaginativas en la mejora de la calidad de vida de sus habitantes logrando poner en valor toda la riqueza y bondades que un río ofrece. Pues eso.

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