El Rey pronunció un discurso importante para poner en marcha la nueva legislatura, un acto solemne en el que don Felipe estaba acompañado de la reina Letizia y sus dos hijas.

También don Felipe, con sólo 11 años, estaba al lado de sus padres y las infantas Elena y Cristina cuando inauguraron la primera legislatura, la que siguió a la Constitucional y, de hecho, el Rey recordó ayer el espíritu de aquellos años de la Transición, ejemplo de cómo hacer bien las cosas con políticos que anteponían el bien común a cualquier otra circunstancias.

Don Felipe, en este primer discurso de legislatura como Rey, habló de diálogo, de la necesidad de fortalecer el Estado del Bienestar, de resolver los conflictos territoriales y de respetar las instituciones y las decisiones de los tribunales. No hacía falta dar nombres ni mencionar casos concretos hacia los que iban dirigidos esos mensajes, estaban en la mente de todos. Pero pronunció también una palabra que no suele ser habitual en los discursos: generosidad. Una palabra no tan gastada como diálogo, concordia, paz, solidaridad o responsabilidad.

Generosidad es lo que hará falta en esta legislatura convulsa que ayer comenzó, que se va a caracterizar por negociaciones muy duras, por una rivalidad entre PSOE y Podemos que va a afectar negativamente al PP y al Gobierno; una legislatura con un serio problema territorial y en la que se tienen que abordar reformas profundas en distintos campos en la peor de las circunstancias, con un Parlamento atomizado, en el que han entrado partidos sin experiencia y, lo que es más grave, con una formación que se pierde por un titular. Una formación desordenada, convulsa y con tensiones internas, Podemos, a la que importa menos encontrar soluciones para esas tensiones que conseguir ser noticia.

Sabía el Rey la carga de profundidad que lleva aparejada la palabra que lanzó ayer a los diputados y senadores. Si actúan con generosidad, harán un buen trabajo.