Vamos a dejarnos de cuentos. Si hay alguna fiesta machista en el mundo, machista de verdad, es el Carnaval. Da igual que se celebre en Niza, en Río de Janeiro, en Venecia o en San Petersburgo, que supongo también tendrá su Carnaval.

No hay más que fijarse en el Carnaval de Río, del que se inspiran todas las demás fiestas de este tipo. Grupos de mulatas, con escasísima ropa, desfilan por las calles con sus muslos al aire poniendo al personal a trescientos por hora. Puro machismo.

Más machista que el de Río es el Carnaval de Cádiz. A los defectos de la fiesta brasileña hay que sumar las coplas de nuestros poetas. Aquí, en Cádiz, los autores manejan dos tipos de letras. Por un lado, el aspecto poético. La mujer gaditana es la mejor del mundo y su belleza solo puede ser comparada con una puesta de sol en la Caleta.

El segundo tipo de letras, más prosaico, también se dedica a la mujer. En este caso el autor se decanta por desear cogerle las cachas en una casapuerta.

Así que mis queridos amigos y amigas, el Carnaval igualitario es, lamentablemente, imposible. Se puede eliminar la ninfas, podemos elegir un jurado del Falla paritario, podemos, incluso, exigir que las agrupaciones lleven igual número de hombres que de mujeres, pero el Carnaval seguirá siendo una fiesta machista.

Y la única forma de evitarlo es hacer lo que llevo años diciendo:

Suprimirlo.

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