En una sociedad actual hiperconectada, en la que demandamos información al instante y en la que cualquier persona, con su móvil, se puede convertir en emisor de información, se están desarrollando algunos fenómenos comunicativos claramente perjudiciales para el conocimiento y la democracia.

A día de hoy, el ciudadano dispone de infinitas formas de informarse, más allá de los medios tradicionales como la prensa, la radio o la TV. Esto ha democratizado el acceso a la información, con la contrapartida de perder esa labor de cortafuegos que hasta hoy realizaban los periodistas. Además, la tecnología actual permite manipular cualquier documento, convirtiéndolo a simple vista en veraz.

De este modo, los muros de Facebook son, por ejemplo, el entorno perfecto para difundir noticias falsas, o lo que a nivel global se está denominando fake news; nada es ahora más eficaz que un engaño basado en verdades, o envuelto sutilmente en ellas. Muchos expertos denominan esta tendencia como "posverdad", la prevalencia de las emociones por encima de los hechos reales, alimentada por la tendencia humana a preferir noticias que se adapten a nuestras creencias o sesgos.

Hemos visto claros ejemplos de manipulación en las últimas elecciones norteamericanas o en los días posteriores al referéndum catalán. Y el futuro no es prometedor; según consultoras tecnológicas, en 2022 consumiremos más noticias falsas que verdaderas, ya que el coste de producir noticias falsas es muy inferior al de producir verdaderas, al no necesitar la intervención de un profesional.

Este fenómeno tiene especial incidencia en entornos locales, ya que al ser comunidades más pequeñas es mucho más fácil propagar el bulo. Algunos grupos de Facebook acumulan cientos de afirmaciones locales, que al no estar filtradas o contrastadas, pasan a ser consideradas como verdaderas, e inciden directamente en la opinión pública de la ciudad.

A nivel internacional ya están surgiendo algunos antídotos. Herramientas digitales de verificación de datos o secciones en medios de comunicación que corroboran o contradicen ciertas noticias. Sin embargo, para luchar contra esta lacra es fundamental la responsabilidad ciudadana. En primer lugar, para saber diferenciar entre una fuente respetada y la que no lo es; por otro lado, conciencia a la hora de difundir rumores a través de los múltiples canales de difusión que tenemos en la palma de nuestras manos, concretamente en nuestro teléfono móvil.

Es por tanto labor de todos contribuir a una sociedad plural basada en unos mínimos códigos éticos a la hora de hacer uso de ese derecho tan fundamental, y a veces tan mal utilizado, como es la libertad de expresión.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios