Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Análisis

Fátima Ruiz de Lassaletta

Autora del libro 'La ciudad de los cien palacios'

José Estévez de los Reyes y Pepín Pérez Pliego

Se dice de uno de los títulos consortes del Reino que la primera vez que coincidió en la recepción por San Juan, en los Jardines del Campo del Moro del Palacio Real, quiso saludar como primus inter pares a quien fuera presidente del Gobierno de la Transición, al flamante duque de Suárez: "Hola, Adolfo -le dijo-, ya eres uno de los nuestros". Y Suárez, rápido, le respondió: "No, duque, yo soy como el antepasado de tu mujer, como el Gran Duque". Pues así, como fundador del grupo bodeguero Estévez, consideré yo al después excelentísimo señor José Estévez de los Reyes, ejecutivo y miembro del consejo directivo de la Casa Domecq por lo social, primero; y minero, empresario de elite, banquero y buen páter de familia, después.

Vivió casi dos décadas en su casa de Vistahermosa, cerca de las de tres de sus hijos, y desde El Puerto se trasladaba cada día a sus bodegas jerezanas, donde permanecía desde las 9 de la mañana hasta las 11 de la noche, construyendo un imperio económico y teniendo finalmente como base la casa-palacio-bodega que preside el complejo bodeguero de la carretera de circunvalación en la ciudad hermana; el que él mismo diseño y firmó con cuatro arquitectos cuyos nombres aparecen en una placa de mármol a la entrada del mismo. Pepe -para los amigos- apostó siempre por el vino Fino. Por el 'sin histaminas', por el Tío Mateo, por el Fino de El Puerto. Orgulloso se sentiría de cómo crece en calidad el de la monumental bodega que sus hijos mantienen al principio de la calle Cruces, viniendo desde la Plaza de los Jazmines.

Y, como todo caballero -y Pepe lo era también en su caballo tordo por la playa de Santa Catalina, antes de adquirir su yeguada zaína- gustó aquellas décadas, últimas de su corta vida, hacerse acompañar por un escudero. Y como buen Sancho tuvo a Pepín Pérez Pliego, un empleado factótum y amigo; ora le acercaba la venencia, ora abría las latas de foie-gras para los clientes vips en el 'Real Tesoro' en el Club Náutico. Haciéndole sentar en su reunión -como Don Quijote al sencillo manchego, en el patio de la venta- y Pepín participaba con soltura y a veces con sentencias de Séneca, en la mesa del recordado por sus amigos señor del Fino.

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