Que sí, que para que haya enfrentamientos fratricidas como los que estamos viendo, la primera condición que hay que cumplir es que sean hermanos los que contiendan; pero en el contexto en que vivimos, parece ser que no lo son cuando se tiran a degüello los mismos que debieran serlo siquiera por comulgar con las mismas siglas. La prensa tira balones fuera con enunciados paliativos: 'Legítima defensa de las singularidades', 'Desacuerdos en las estrategias', o 'Enfrentamiento entre egos'. Supositorios de vaselina para que la cosa no vaya a mayores.

A un servidor eso de la fraternidad siempre le ha escamado. Ya el propio diccionario, al definirla como "Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales" deja un margen a la libre interpretación. Orienta, eso sí, pero utilizar términos como 'amistad y afecto', tan susceptibles de ser amañados a conveniencia, mire usted, no es que uno tenga ánimos de contradecir, pero las definiciones o son categóricas o son eufemismos. También eso de 'quienes se tratan como tales' ofrece ambigüedad toda vez que el trato y el tratamiento no dejan de ser una norma de cortesía; quiero decir que el formulismo no es casi nunca un sentimiento nacido en el corazón, sino mímica ensayada o aquello que antes se llamaba Urbanidad.

En el Parlamento tenemos ejemplos a diario; pero dejémoslo por hoy porque siendo una representación de lo que somos, no hace falta descender a los infiernos sino permanecer atentos a la pantalla. Una secuencia de la agresividad de los podemistas equivale a todo un tratado de malas formas y peor fondo; encarnar, según les convenga, un comunismo transversal o un fascismo oportunista, tiene ese peligro añadido. También es elocuente la actitud soberbia de los que se blindan protegiendo a ultranza al gran capital y a sus secuaces que, no lo dude, son todos, porque el Poder sólo se consigue sometiéndose a lo que ordena el dinero, al que poco le importa si el acatamiento viene de la izquierda, de la derecha o de los oportunistas que fundan partidos para convertirlos en agencia de colocaciones y el que venga detrás que arree.

Ahora se ha puesto de moda eso del acoso a los periodistas y/o a sus medios, ¡como si esto fuera nuevo! Es cierto que hoy se ha acentuado la agresividad y que ya operan sin careta, pero que siempre ha habido esa tendencia entre el silencio cómplice y la subvención soterrada es un hecho inveterado y admitido mientras han durado los disimulos y, hasta cierto punto, el temor a perderlo todo de un golpe. Hoy la digitalización proporciona una asilvestrada libertad por estar invadida -en su mayoría-, por una carroña dócil pagada de antemano o persuadida de que toda la culpa es del de enfrente; es decir del populismo que se ejerce desde la extrema izquierda y de la extrema derecha, centros incluidos.

Todo esto acentúa más aún los fratricidios y, quién sabe si toda la política no es más que esto, un tótum revolútum en donde los intereses de unos cuantos se enfrentan a los derechos de la mayoría. No es nuevo, pero ahora se nota más cuando insisten en matar la libertad individual y sustituirla por la colectividad aborregada.

Más pronto que tarde se producirá el choque entre locomotoras. A ver quién lo frena.

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