Análisis

carmen cebrián

Desaprovechar las oportunidades

Sigo pensando qué hemos hecho mal para que cada día esta ciudad se deteriore más

Hace unas semanas, en el puente del día de Andalucía, viajé con mi familia a Trujillo, en Cáceres. No les voy a contar las excelencias de uno de los pueblos más bonitos de España, al menos a mí me lo parece, ni de su historia, ni de su gastronomía ni de sus gentes.

Les voy a comentar que tuvimos un problema con el hotel, un despiste de fechas, y que cuando llegamos no teníamos habitación. En otras circunstancias seguramente me hubieran dicho que lo sentían mucho y que me las apañara como pudiera. Pero las circunstancias eran otras: el dueño del hotel era holandés. Herman, que es su nombre, se desvivió literalmente por encontrarnos otro alojamiento, y le costó mucho porque Trujillo estaba a reventar de turistas, pero nos consiguió una habitación.

Unas horas después lo encontramos en la Plaza Mayor y le invitamos a tomar una cerveza. Y empezamos a hablar, o más bien a escuchar su historia.

Herman se enamoró en Amsterdam de una brasileña que estudiaba en la Universidad Lengua y Literatura Castellana. En un momento determinado su pareja solicitó una beca para venir a España, concretamente pidió Sevilla, pero le concedieron Cádiz. Un poco decepcionados llegaron a este rincón del sur que les cambió la vida. Volvieron a Amsterdam pero ya no podían olvidar la luz de Cádiz ni sus gentes. Unos años después consiguieron el dinero suficiente para embarcarse en la aventura de su vida: un hotel con encanto.

Empezaron a buscar una casa en El Puerto, y la encontraron en la calle Larga. Tenían el entusiasmo de la gente joven con ganas de labrarse un futuro, y una idea clara. Y se encontraron con personas que intentaron engañarles. Después de esa experiencia tan negativa decidieron buscar otra ciudad donde hacer realidad su sueño.

Por casualidad llegaron a Trujillo. Les enamoró el encanto de una ciudad mágica y allí compraron una casa, la rehabilitaron y ahora regentan un pequeño hotel de seis habitaciones con unas magníficas instalaciones, decorado con un gusto exquisito y con un trato excepcional.

Herman viene de vez en cuando por Cádiz porque aunque su vida ya está en Trujillo, sigue sintiéndose un poco gaditano, y nos habla de su casa y sus amigos, de los bares que frecuentaba y de los giros coloquiales que tanto le costó entender.

Yo me sentí un poco avergonzada. Y sigo pensando qué hemos hecho tan mal para que cada día que pasa esta ciudad se deteriore más y dejemos pasar oportunidades como la de tener entre nosotros a un emprendedor joven, listo, educado y encantador que se tuvo que ir a Extremadura porque le intentaron estafar en El Puerto.

Por cierto, el hotel se llama el Baciyelmo, un término que aparece en el Quijote, imagínense el nivel cultural de esta joven pareja.

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