Para jugar al fútbol es muy importante la cabeza, pero también interviene el corazón. La cabeza la pone el jugador, el corazón lo pone la afición. En el Cádiz la afición está formada por personas que no están jugando. Cada aficionado lleva un jugador dentro que no está alineado. En su lugar juegan los once que se encuentran sobre el campo.

El otro día, durante el partido del Cádiz B, se vivió un ejemplo de cómo afición y jugadores compartieron el mismo corazón. En Carranza, frente a La Palma, se hizo patente el buen trabajo que han hecho Mere, Raúl López y Miguel Chamorro. Grandes los tres. Se vio también un equipo alegre, vivo, al que no le preocupó comenzar perdiendo para seguir desarrollando un buen juego. Muy bien todos los jugadores.

El resultado no fue tan importante. A pesar de esa victoria, el ascenso no está garantizado todavía, solo algo más cerca, casi inminente. Hubo algo más importante que el resultado o que el juego. Había un vínculo entre jugadores y afición que se hacía visible. Cada gol conseguido se celebraba con la grada. Cada jugada se aplaudía desde el público.

Al primer equipo se le anima y se le sigue hasta el final, por supuesto, pero cuando se trata de jugadores canteranos es distinto. Son personas que forman parte de la afición, que saben qué significa ser del Cádiz, que sienten al Cádiz muy dentro. Mientras que un jugador que viene de otro sitio tiene que aprenderlo, y hay casos de grandes jugadores que se han impregnado de cadismo, los canteranos lo llevan ya en su interior. Una gran diferencia.

En esta época en la que los jugadores del primer equipo llegan y se van, quedándose muy poco tiempo, es gratificante comprobar cómo canteranos y afición tienen el corazón com-partío.

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