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Análisis

Rafael Duarte

Concordancias, historia, tiempo

La Generación del 98 tuvo que quijotizar quijanamente la idea del español

Miguel de Unamuno, escritor arrumbiao hoy, dijo que él era: "español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión u oficio" en una época que tuvo sombras y sobras de sombras. Su generación vivió la pérdida de las últimas colonias de ultramar y la guerra contra Estados Unidos. Fue una época dura, una época en la que los intelectuales pesaban de verdad, -la inquietud española y la ambición literaria-, "sentíamos el destino infortunado de España, derrotada y maltrecha y nos prometíamos exaltarla a nueva vida", diría José Martínez Ruiz "Azorín", en su lucha española y el filólogo por antonomasia de su generación, Marcelino Menéndez y Pelayo y el filósofo José Ortega, estarían de acuerdo en calificar la restauración de Cánovas, como un panorama de fantasmas, y "para que no se altere el orden público se renuncia a atacar ninguno de los problemas vitales de España". ¿Nos recuerda a Rajoy esa actitud? Y añaden que el llamado "Pacto de El Pardo" y su posibilidad de concordia parlamentaria no impidieron el progreso de los nacionalismos españoles, catalanes y vascos, por su "egoísmo y mezquindad", traída de la mano de la subversión obrera y el nuevo republicanismo. ¿Nos recuerdan estas palabras algo tan inminente como el ahora? Machado llamará a eso "vieja y tahúr, zaragatera y triste" por toda una época de trivialidad y chabacanería en la historia española. Unamuno definirá la corte como "centro productor de ramplonerías, vasto campamento de un pueblo de instintos nómadas, del pueblo del picarismo". Menéndez Pelayo dio la voz de alarma: "La generación anterior se formó en los clubs y las cátedras de los krausistas; la generación siguiente ha de formarse en las bibliotecas y los laboratorios". Hoy vemos que la investigación en España está dejada de la mano de Dios y el estudio es muy deficiente.

Sólo los arribistas progresaban, fallaba lo que hoy denominamos estudios secundarios y todo ello contribuyó a la angustia de Unamuno, la depresión vital de Azorín, la abulia de Ganivet, el inconsciente suicidio lento que con tan ínclita tristeza denunciara Menéndez Pelayo. Eran intelectuales de pulso y púa, tuvieron que idealizar y mistificar a España para poder aceptarla. Llena de progresistas reaccionarios, librepensadores, que sustituyeron la religión por la ciencia, como señalase el socialista Unamuno. " Si antes juraban por un santo hoy juran por Marx o por otro ateólogo cualquiera".

Esta España radiante de ahora, ahíta de democracia, manchada por idealismos parciales, se parece demasiado a aquella. A los que crecimos en la "dictadura" se nos señala como atroces, desfasados, etc., mientras que el progresismo democrático se llena de presuntos y presuntas verdades. La generación del 98, tuvo que quijotizar quijanamente la idea del español. Creo que ante el panorama existente no nos queda otra que repetir el verso machadiano: "De toda la memoria, sólo vale/el don preclaro de evocar los sueños." Los pocos sueños que nos dejan tener.

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