Alos que somos de aquí, nos hacen falta más explicaciones. Decía un medio de comunicación hace bien poco que el Hospital Santa María del Puerto -el Frontela de siempre-, el único que tiene la ciudad (aunque sea concertado) tiene más complicado con el paso del tiempo asegurar su funcionamiento.

Puedo entender que desde las administraciones públicas se defienda un menor coste a la hora de concertar un servicio público -por no tener medios propios, todo hay que decirlo-, pero que no sirva este planteamiento para tener en vilo a unos trabajadores y a unos ciudadanos, que este caso pacientes, sufren en sus carnes los vaivenes de la clase política con los empresarios.

Parto de la base que, en este caso la Junta de Andalucía, debía tener hospitales propios en ciudades como la nuestra. No es de recibo que El Puerto, con una demanda sanitaria ya conocida, tenga tan pocos inmuebles propios para atender a la población.

Así las cosas, de nuevo se repite la jugada y las negociaciones de unos y otros por mantener el hospital abierto, pueden llevarse por delante un servicio que lleva abierto cuatro décadas.

A estas alturas, cuando el personal sanitario se debate entre el empleo y el desempleo, habría que recordar que nuestro Frontela está homologado por la Consejería de Salud para prestar asistencia sanitaria tanto programada como urgente, sin que exista oferta sanitaria alternativa para atender a nuestra ciudad. Y eso es lo que hay, por falta de inversiones públicas en equipamientos sanitarios.

Entre tanto, una perla: el Gobierno andaluz pide al alcalde de El Puerto que localice suelo para levantar un hospital. Brindis al sol. Mientras, los trabajadores asumen a solas el miedo a perder el empleo.

Y en estas, mientras reto va, reto viene, los portuenses no podemos conformarnos con el juego que se traen Junta de Andalucía y la mercantil José Manuel Pascual S.A., a cada rato, a cuenta del concierto hospitalario. Dejemos de jugar al ratón y al gato y solucionemos de una vez por todas este entuerto que trae a maltraer a una población que no se lo merece. Por toda respuesta: menudo desconcierto.

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