Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

En una carta que escribí a un amigo le comentaba que me parecía que era bastante apolítico. Me contestó de inmediato, aclarándome que, de eso, nada: "No milito en ningún partido, pero no soy apolítico".

Y no lo es, ciertamente. Se lo decía en broma. Para provocarle. Conozco bien a él y a su esposa, y sé que son como las farmacias abiertas veinticuatro horas: siempre dispuestos a echar una mano, a indignarse por algo que lo merece, a apoyar una causa que defienda la vida o la dignidad de los demás. Siempre.

Comprendo que sean así porque son cristianos y se lo han tomado en serio. Siguen a alguien que no murió en la cama ni en un accidente de camellos en Jerusalén, sino que, por vivir como vivió, fue asesinado por dos poderes: el político y el religioso.

Pensando en estos amigos recuerdo a Desmond Tutu, arzobispo sudafricano y Premio Nobel de la Paz. Decía: "No logro entender qué Biblia leen los que dicen que hay que separar la religión y la política".

Los cristianos deberíamos vivir de tal manera que cuando se pensase en nosotros se pensase en personas absolutamente resistentes frente al mal. Personas intransigentes hasta el exceso a veces porque el exceso a veces es necesario, contra todo lo que se opone a la vida, a la dignidad y a la felicidad de las personas. Deberían ver menos exótico a Jesús cuando se indignó al ver en qué se había convertido el Templo de Jerusalén, porque deberían estar habituados a ver ese comportamiento, excesivo e intransigente, como el habitual de los cristianos. No nos ven así. Y, por eso, no acaban de creerse lo que decimos que creemos. Si cristiano fuera sinónimo de alguien que, como las farmacias abiertas veinticuatro horas al día, estuviera siempre activo a favor de la vida y contra la muerte, seríamos más creíbles. Por desgracia, la mayoría no somos así. Mis amigos sí que lo son. Se llaman Carmen y Juan y son de Cádiz. Algunos de ustedes los conocen. Son cristianos, y nada apolíticos. Como Jesús, que no murió en la cama.

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