Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Análisis

Montiel de arnáiz

Almeja o mejillón

Viva el carnaval igualitario, claro que sí. Vivan el arte y la calidad, del que la tenga

El mundo al revés no es un P. Residente que atiende a la prensa desde un plasma o un beatle gerundense con presunta peluca que pretende dirigir una comunidad autónoma con ínfulas de república desde su cuenta de Skype, escondido en un país del que aún no ha sido extraditado. El mundo al revés no es que un fugado pontifique a ritmo de cigala, champán y carabineros, o que pague -por aquello de la costumbre- un 4% de propina al camarero belga que lo atiende, displicente, por sus maneras de protohombre de la rancia derecha catalana, los del meñique inhiesto y me suda la San Sadurní de Noya.

El mundo al revés no es que los que al final robaran fueran ellos, los de siempre, en realidad, los que vieron Barcelona 92 como una oportunidad de volar, volar alto, y lo hicieron, como bien relató Manuel Vicent en uno de los libros de una trilogía maravillosa. El mundo al revés es que Vicent sea tildado de machista ahora por sus artículos en El País, esos textos en los que dice lo que piensa, como se le exige, faltaría más, o que Pérez-Reverte sea adalid de la españolidad más luterana, cuando su misión debía ser llevarnos lejos de nuestros problemas, a otros mundos, como siempre debieron -debimos- hacer los escritores.

Pero el mundo al revés no es tampoco izar una bandera nacional del revés, eso es despiste, claro. El bedel que está mayor, que está ga-gá, o go-gó, o qué se yo. La culpa es del bedel, que no hizo la mili y no sabe para qué lado se izan las banderas. Aparte, acertó dos banderas de tres, no dramaticemos: con ese porcentaje en triples el bedel jugaría en la NBA junto a Lebron James y Stephen Curry. Pero no, el mundo al revés no es nada de eso, ni siquiera un político que pide su excarcelación basándose en su fe católica al tiempo que provoca arcadas y risotadas en los que habían de apoyarlo en su carrera hasta el estrellato independentista (léase las CUP y los Pudem). ¡Ni que esto fuera la inquisición!

Son las cosas de la vida, son las cosas del querer (delinquir), como ya dijo en su día el Parménides que fue joven al Descartes que nació ignorante: toda efecto tiene una causa. Una bandera que mira al suelo es casi lo mismo que un crucifijo -de esos ante los que se pliega Junqueras- bocabajo, un guiño al diablo, al anticristo gaditano. ¿Ganas de buscar portadas, quizás? ¿Pamplinas de la plaza Mina para salir en carnaval? Por suerte el mundo se le vuelve a alguno del revés con tanta mujer sobre las maderas del Falla. Viva el carnaval igualitario, claro que sí. Vivan el arte y la calidad, sobre todo del que la tenga. Y el que no, que le echen abajo el telón, tenga almeja o mejillón. Clon, clon, clon.

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