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Cultura

La transformación como constante

  • Manuel Caballero inaugura en los claustros de Diputación 'Caos. Orden. Circunstancia' La muestra cubre más de cuatro décadas de producción artística

"Si tuviéramos que explicarlo de manera sintáctica -comenta Paco Cano, comisario de la muestra Caos. Orden. Circunstancia-, podríamos decir que esta exposición sigue un orden de sustantivo, verbo y complemento".

Caos. Orden. Circunstancia constituyen las tres líneas principales sobre las que se articula la amplia retrospectiva en torno a Manuel Caballero que ayer se inauguró en el Palacio Provincial -además de un puñado de obras eclécticas, Premundo, y la colección que ocupa la sala central, dedicada a la Atlántida-.

En total, doscientas cincuenta y dos piezas que hubo que seleccionar de un conjunto aún mayor, en un proceso que comenzó hace meses y que viene a recoger las claves fundamentales de la producción de Manuel Caballero desde sus inicios artísticos, en 1970. La muestra, sin embargo, no está organizada bajo parámetros cronológicos, "ya que en la obra de Manuel Caballero no se distinguen épocas marcadas por técnicas o estilos muy diferenciados", explica Paco Cano, siendo "más bien un autor que se dedica a profundizar en motivos y argumentos referenciales que constituyen un universo propio".

Además de por hilo conceptual, Caos. Orden. Circunstancia se cohesiona estructuralmente en torno al concepto de horror vacui, ligando la disposición de las piezas con el pulso estilítistico, de aires barrocos, de gran parte de la producción: "Cada panel funciona como una composición en sí misma -explica al respecto Paco Cano-, donde hemos unido piezas de un mismo orden, pero que pueden incluir los más variados soportes..."

Caos es el apartado en el que quedan demarcadas varias de las constantes temáticas de Manuel Caballero: el origen, los guiños de identidad, los procesos de transformación y cambio o la fascinación por los modelos mitológicos, en un juego sincrético en el que "mezcla elementos de la hagiografía católica e iconos de influencia orientalista", apunta Cano. Las piezas seleccionadas en Caos muestran, pues, todo lo que está en ebullición, en escenarios marcados por los contrastes y difícilmente reconocibles, y que incluyen elementos de vocación pelágica -no hay versión más inquietante del mito de Leda, por ejemplo, que la que plasma Caballero-.

En Orden, en cambio, ese magma pelágico empieza a cobrar formas reconocibles: hay animales, aunque sean mitólogicos, como el basilisco; hay seres humanos, los que aparecen en las composiciones de corte homoerótico que tan fuertemente llaman a las composiciones, los gestos y los claroscuros del barroco. Y hay, por supuesto, paisajes ya formados, tan perfectamente reconocibles que muchos de ellos constituyen referentes comunes en nuestros escenarios: la costa de Cádiz y San Fernando, los molinos eólicos del Campo de Gibraltar.

Circunstancia deja espacio, en gran medida, a la experimentación: creaciones de carácter grotesco, criaturas imposibles, motivos de "arqueología tecnológica", o piezas con notable influencia de conocidos artistas plásticos, de Velázquez a Magritte. La serie se cierra con varios autorretratos de Caballero, en alguno de ellos pintando a ciegas, "porque realmente no pinta como ve, sino como siente", indica Cano.

Curiosamente, las referencias "nutricias" a la tierra, identificada con el mito de la Atlántida, quedan en el "centro mismo de la maraña". Envueltas por el resto de la exposición, las piezas reservadas para el interior del claustro refieren a los tótems del mito platónico, tan presentes en este sur desde antiguo (el caballo, el toro, los delfines); los motivos marinos y las ruinas clásicas; las obras con guiños a impresiones neoclásicas sobre índigo y corinto e incluso un singular -y enjundioso - "rey de la Atlántida".

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