El director inglés Alfred Hitchcock murió en 1980 pero sigue vivo no sólo en las películas que lo han inmortalizado, sino también en la literatura. El maestro del suspense, que ayer cumpliría 110 años, inspiró tres libros publicados recientemente en España: Hitchcock por Guillermo del Toro (Espasa), Alma Hichcock (Circe), de Pat Hitchcock O'Connell y Laurent Bouzereau, y Alfred Hitchcock. 14 películas imprescindibles (Irreverentes), de Ramiro Cristóbal. El director de Vértigo y La ventana indiscreta nació el 13 de agosto de 1899 en Londres.

A los 20 años, el entonces universitario Guillermo del Toro (quien se ha acercado definitivamente a la literatura al publicar también en 2009 su primera novela, Nocturna) decidió escribir sus ideas sobre éste que fue uno de los realizadores más influyentes en su vida. El resultado fue Hitchcock por Guillermo del Toro, que hace dos décadas fue editado por la Universidad de Guadalajara y que este año salió al mercado español.

El libro del director y guionista mexicano hace un recuento y una análisis de la filmografía que Hitchcock desarrolló durante su paso por el cine londinense, el de Estados Unidos y su trabajo en televisión. Del Toro profundiza en cada una de las obras del cineasta, destacando sus preferencias y discrepancias con el realizador.

Por su parte, en Alfred Hitchcock. 14 películas imprescindibles, el autor y crítico de cine Ramiro Cristóbal trata no sólo los planteamientos intelectuales y técnicos de las películas del director británico, sino también los aspectos más controvertidos de su personalidad, sus relaciones (amorosas y "tormentosas" con las actrices) y su pasión por estudiar el alma humana.

Cristóbal revela, entre otras cosas, que el director británico era un hombre complejo, falto de amor, lo cual suplía por un uso y abuso obsesivo de la comida y el vino; una persona mucho más intelectual de lo que se piensa, ya que siempre ha sido un autor considerado "populachero", y que junto a grandes películas, hizo panfletos pro-norteamericanos en plena guerra fría, lo que le supuso ser repudiado por los intelectuales europeos.

"Seguramente el común denominador de toda su obra está en su insaciable curiosidad por el ser humano y por la forma de funcionamiento de su mente y sus pasiones", afirma Cristóbal, quien revela diversas anécdotas relacionadas a sus "amores rubios": Tippi Hedren (Los pájaros), Grace Kelly (La ventana indiscreta) e Ingrid Bergman (Encadenados), a quienes nunca consiguió conquistar. Kim Novak (Vértigo), a quien no soportaba y no valoraba como actriz, le fue impuesta por el estudio que le contrató.

"Aunque fue hombre de una sola mujer, Hitchcock estuvo muy enamorado de Tippi Hedren. También estuvo medio enamorado de Ingrid Bergman y de Grace Kelly, pero con ellas la relación se mantuvo en lo profesional. A Grace Kelly intentó rescatarla para el cine siendo princesa, pero fue imposible", detalla Cristóbal.

La "mujer" a quien el crítico se refiere es Alma Hitchcock, esposa del realizador y protagonista de un libro que lleva su nombre, escrito por su hija (y única descendiente del director), Patricia Hichtcock O'Connell, junto a Laurent Bouzereau. Publicado en inglés en 2004, el libro llegó a España este año para contar la historia de "la mujer detrás del hombre".

Alma Hitchcok traza un retrato de la relación matrimonial entre los dos y revela las valiosas contribuciones de Alma en el trabajo de su marido. La obra cuenta que la mujer del maestro del suspense, quien fue editora y actriz, aportó ideas a guiones, escenas y actuó en la elección de repartos, entre otras funciones.

Tema de innumerables biografías (entre las que destaca El Cine según Hitchcock, escrita por el director francés François Truffaut a partir de entrevistas con el británico en 1962), Hitchcock fue candidato al Oscar al mejor director entre 1940 y 1960 en cinco ocasiones (por Psicosis, La ventana indiscreta, Recuerda, Náufragos y Rebeca).

Sin embargo, sólo en 1968 la Academia de Hollywood le reconoció con el premio en memoria de Irving G. Thalberg, destinado a galardonar a personajes especialmente significantes en el mundo de la producción cinematográfica, y que consiste en un pequeño busto del mismo Irving Thalberg.